Cuando existir es resistir: por qué las personas trans tienen peor salud
Parque de la Ciutadella, Barcelona. Madrugada del 6 octubre de 1991. Un grupo de seis jóvenes neonazis se dirige a la glorieta de los Músicos, donde duermen Sonia Rescalvo y Doris Romero. Les dan una brutal paliza, asesinan a la primera y dejan gravemente herida a la segunda. Acto seguido, apalean a tres personas sin hogar y después abandonan a las víctimas y se marchan a un bar.
Este fue el primer asesinato tránsfobo documentado en la historia de España, aunque es imposible no preguntarse cuántos habrán quedado sin registrar.
Este crimen da cuenta de cómo la transfobia permeaba toda la sociedad española de la época. La persecución legal de las personas LGBTIQA se llevaba a cabo bajo el amparo de la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, una herramienta de represión de la dictadura que encarcelaba a personas queer por sus identidades. Aunque fue derogada en 1978, el delito de escándalo público se mantuvo hasta 1988. Sin embargo, estos mínimos avances legales, que simplemente eliminaban la pertenencia al colectivo como delito, tardaron muchas décadas en ir acompañados de medidas reales de protección.
Han pasado más de treinta años desde aquel octubre de 1991, pero las personas trans siguen enfrentándose a discriminación, violencias y exclusión política y social. A pesar de la retórica contemporánea que defiende la diversidad, la realidad es que las experiencias trans no se estudian.
El informe
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