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Los sin dios, Sixta Carrasco y Victoria Kent

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17.06.2024

Hoy día, la batalla por la laicidad en la sociedad está perdida, como tantas otras batallas, pero durante la Segunda República fue una de las banderas más enarboladas por el republicanismo de izquierda y por los sindicatos y partidos obreros de todo tipo, especialmente antes de los momentos revolucionarios del verano y otoño de 1934. Las líneas que vienen a continuación son una pincelada sobre ese amplio movimiento teniendo al personaje de Sixta Carrasco como excusa e inspiración.

PRÓLOGO: Durante la Dictadura de Primo de Rivera cesó toda actividad anticlerical que había sido muy intensa y continuada en las dos primeras décadas del siglo XX. En El Socialista del 31 de diciembre de 1929, a menos de un mes de la dimisión del Dictador, el dirigente Luis Araquistain Quevedo escribía en primera plana «Necesidad de una Liga Laica». Desde ese momento, se emprendieron los trabajos para organizar dicha Liga que se materializó en marzo del año siguiente en una Asamblea magna en la Casa del Pueblo donde se aprobaron las bases y reglamento de la nueva sociedad.

Como ya se estaba conformando la Conjunción Republicano-Socialista en las continuas crisis de la «dictablanda» del general Berenguer, a pesar de la iniciativa del PSOE, en la Junta Directiva de la «Liga Laica» conformada el 23 de mayo de 1930, van a predominar los elementos republicanos de distintas tendencias. Así, la presidencia recayó en la figura del pedagogo y catedrático Manuel Bartolomé Cossío, y otros primeros cargos fueron para Ramón Pérez de Ayala, Álvaro de Albornoz y Pedro Rico; los socialistas Antonio Mairal Perallos (contador) y Antonio Fernández Quer (secretario de actas) concluían la lista de cargos directivos de la Liga, reservándose el iniciador Luis Araquistain la 2ª vocalía, si bien muy pronto se convertirá en presidente. Un detalle: la única mujer de la Junta directiva fue la abogada republicana Victoria Kent, con el cargo de Vocal 1ª.

Esta «Liga Laica», con filiales en numerosas provincias, fue muy activa antes de la Segunda República, pero al proclamarse esta y seguros de un Parlamento republicano-socialista, la lucha por sus objetivos anticlericales se fue dejando en manos de las nuevas instituciones y del Gobierno Provisional, tan alejados desde el primer momento de las masas trabajadoras y tan moderadas en su programa anticlerical que su tibieza y la reacción de círculos católicos liderados por el cardenal y arzobispo de Toledo Pedro Segura, propició las quemas de conventos de los días 11 y 12 de mayo de 1931, principalmente en Madrid, Valencia y varias ciudades andaluzas como Málaga.

Este desengaño de los elementos laicos y anticlericales más radicales, va a propiciar en los días siguientes la creación de otros colectivos que querían dar un paso más en el sentido de ser contrarios a todas las religiones, no solo a la católica, comenzando por «Los Sin Dios».

Había transcurrido poco más de una semana desde la conmoción que causó el incendio de más de cien edificios religiosos en varias ciudades, cuando Pedro de Répide, que escribía con regularidad en La Libertad (Madrid) la columna de primera plana «Espejo de las horas», en el ejemplar del 20 de mayo de 1931 daba la primicia de la constitución de la sociedad «Los Sin Dios» en un artículo titulado «La emancipación de las conciencias». Aseguraba que la citada sociedad «Los Sin Dios» no trataba de «estridencias» ni de «amenazas», y que solo obedecía en España a un «legítimo anhelo que ha tenido ya su expresión no solo en los elementos del Partido radical socialista y de otras organizaciones, sino entre los estudiantes», y que ya habían circulado algunos manifiestos propugnando la constitución de dicha Sociedad. Afirmaba que Sociedades «Los Sin Dios», además de en Rusia, existían en Suecia o en los Estados Unidos de América, de tan distintos regímenes económicos, pero que la de España no era calco de ninguna, «pues se organiza de forma independiente sin obedecer a extraños influjos ni someterse a imitaciones».

Répide afirmaba que la Comisión encargada de redactar un Proyecto de estatutos ya se había reunido en su sede de la calle Pizarro y que los fines de la Sociedad de «Los Sin Dios» eran breves y concretos:

Para terminar, Répide manifestaba que la emancipación total de las conciencias era indispensable «para el progreso político y social a que debe aspirar un Estado revolucionario», y recordaba que «la revolución no se ha hecho por completo entre nosotros».

No puede ser casualidad que menos de un año antes, el 26 de junio de 1930, Pedro de Répide emprendiese un viaje a Moscú y Leningrado, deteniéndose antes varios días en París y Berlín. A principios de agosto de 1930 comenzó a publicar en La Libertad las crónicas de su viaje, tituladas genéricamente «La Rusia de Ahora». En el ejemplar del 11 de septiembre de 1930 escribía su crónica «Un club obrero y un Sanatorio nocturno», donde narraba su visita a un Club ferroviario que tenía 25.000 socios. En el edificio del Club había varias salas, y se detuvo en una que se llamaba «Sala de los Ateos», y que aseguraba que era el espacio de encuentro de una filial de la «Sociedad de los Sin Dios», añadiendo: «a la cual habré de dedicar en su lugar el correspondiente espacio…».

Y así fue. En el ejemplar del 2 de noviembre de 1930, cuando ya había vuelto de Rusia, abordó en su columna «La Rusia de Ahora» el tema anunciado de «Los sin Dios». Narraba su visita al local social de los «Bezbozhnik», o literalmente la «Sociedad de los Sin Dios», o «Unión de los Ateos Militantes». Informaba que la agrupación entraba en el sexto año de su existencia. «El primer Congreso se celebró el domingo de Pascua de 1925 y contaba entonces con 25.000 socios; el segundo año tenía más de un millón, y en la actualidad tiene tres millones y medio». «Los Sin Dios» trataban de unir la propaganda antirreligiosa con la socialista, editaban 17 periódicos y revistas en diez idiomas diferentes en toda la URSS y el periódico central sobrepasaba las 400.000 suscripciones. Según contaba Répide en su crónica, fue obsequiado con la insignia de la Sociedad que colocó inmediatamente en su solapa, y se trataba «de una rueda dentada cubierta en más de una tercera parte por una bandera roja» (como se ve en la imagen que ilustra el artículo).

En realidad, fue el 21 de diciembre de 1922 cuando........

© Rebelión


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