¿De qué se ríe Aznar?
Tres semanas después de la invasión de Iraq, las estatuas de Saddam Hussein cayeron en el polvoso atardecer de Bagdad. Un centenar de curiosos se acercó a las efigies desmembradas y las ultrajó arrojándoles zapatos.
Horas antes, un tanque norteamericano disparó contra el Hotel Palestina, que servía de centro de información, y mató a tres periodistas. Este nuevo “daño colateral” en una contienda donde se bombardearon mercados y hospitales, pudo ser un acto deliberado. Poco después, las tropas de la alianza llegaron al hotel con mapas de cada una de las habitaciones. Sabían que no se trataba de un objetivo militar, pero alguien quiso dejar ahí su sangrienta tarjeta de visita.
En proporción al número de participantes, en Iraq cayeron más reporteros que soldados. Esto se debió en parte a que fue el conflicto mejor documentado de la historia, pero sobre todo a que las cámaras y las grabadoras representaron para Estados Unidos un arsenal más adverso que las inencontrables armas de destrucción masiva. El ataque ocurrió contra la opinión pública (salvo la estadounidense) y los incómodos testigos fueron tratados con muestras del “fuego amigo”.
Las democracias contemporáneas han sustituido a los oráculos por encuestas. Habermas se ha ocupado de la legalidad de la opinión pública y Chomsky de sus formas de control y distorsión. Gobernar es una vasta misión publicitaria. Bush........
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