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Veinticuatro horas y un cristal
No podrá jamás suponer cuánto quisimos estar en su lugar, con sus ropas verdes con olores antisépticos. Como ella, no dormir; cuánto quisimos ser sus manos. Se lo dijimos, se lo hemos dicho, pero no lo podrá saber. Su misión es estar donde no pueden los seres queridos, los que esperan, allá afuera, por la esperanza o el milagro.
Hacia el atardecer, el familiar tiene derecho a mirar por el cristal, siempre a la misma hora,........
© Granma
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