El tema nodal de la elección de 2024 no es si habrá nuevas oportunidades de inversión en energías renovables o si regresará el seguro popular. Tampoco la estrategia para combatir la inseguridad. Lo verdaderamente importante es el futuro de la Suprema Corte como árbitro de última instancia del sistema político mexicano (y también el futuro del INE y de otros órganos autónomos).

López Obrador anunció la semana pasada que adelantará la presentación de tres iniciativas para febrero de 2024: una para descabezar a la Corte y sustituir a sus ministros con personas elegidas por el voto popular (una suerte de diputados judiciales), otra en materia electoral para refundar al INE y otra para consolidar la militarización del país mediante la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.

Hace algunos meses AMLO ya había dicho que presentaría la primera iniciativa en septiembre de 2024 con la nueva legislatura que espera tenga mayoría calificada de su partido.

Si hoy no tiene los votos, ¿para qué adelanta la propuesta? Para tener la justificación de hacer una campaña a favor del voto masivo para Morena.

Cada semana, López Obrador hallará una noticia, una anécdota o una decisión judicial para atacar a jueces y ministros. Que si la liberación de un empresario, que si una sentencia que afecta al gobierno, que si los 700 mil pesos de salario de los ministros. Hará campaña sin necesidad de mencionar a Sheinbaum, pero a favor de su partido. Hará una campaña efectiva con una meta clara y un enemigo común que debe ser derrocado.

Eso le dará el estandarte del cambio a pesar de que la de Sheinbaum es una propuesta de continuidad. Y colocará a las fuerzas de oposición —las que buscan un cambio— como defensoras del status quo, como protectores de los privilegios que se deben derribar.

Si logra su meta, AMLO dejará un legado cincelado en la Constitución. Salvo la obligatoriedad de los programas sociales, López Obrador ha sido incapaz de imprimir en la Carta Magna otro cambio estructural de la arquitectura económica o política: quiso hacerlo con la reforma electoral o la eléctrica, pero fue frenado por el Congreso y por la Corte.

Desmontar el edificio de la Corte o transformar al INE o eliminar a los órganos autónomos, sí modificaría la naturaleza del sistema de división de poderes, eliminaría uno de los contrapesos más efectivos al ejercicio del poder presidencial y eliminaría al principal enemigo institucional de la transformación obradorista.

Finalmente, la reforma para modificar la composición y atribuciones de la Corte serviría para ensanchar el poder presidencial en el último tramo de la gestión —imaginen a López Obrador celebrando la aprobación de la reforma constitucional en septiembre de 2024 en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México frente a cientos de miles de seguidores— y presumiendo que le deja la mesa puesta a Sheinbaum para que, ahora sí, lleve a cabo la transformación radical de la política y la economía.

Imagino un acto de poder pleno como el que ejerció López Portillo en su último tramo de gobierno cuando nacionalizó la banca mexicana en 1982 frente a un presidente electo —De la Madrid— que, atónito, observaba como el que ya se iba descomponía el escenario para iniciar una nueva administración.

Claudia Sheinbaum navega en dos ríos que son incompatibles. Por una parte, se ha esforzado durante los últimos meses para proyectar una imagen moderada y generar confianza del sector empresarial y ganar votos de las clases medias. Por la otra, aplaude la propuesta de AMLO para descabezar a la Corte y sustituirla con un cuerpo de diputados judiciales elegidos por el pueblo.

Las señales de moderación chocan con la reforma radical, sí —notoriamente radical— de politizar a la Corte, eliminar al INE como lo conocemos y de paso al resto de los órganos autónomos.

Si puede, López Obrador dejará la mesa puesta y la sopa servida para la siguiente administración. La pregunta es, ¿cuál es el menú real? ¿El menú que vende Claudia Sheinbaum, o el menú que ya está cocinando López Obrador?

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Lo que realmente importa en 2024: la Corte, lo demás es secundario

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12.12.2023

El tema nodal de la elección de 2024 no es si habrá nuevas oportunidades de inversión en energías renovables o si regresará el seguro popular. Tampoco la estrategia para combatir la inseguridad. Lo verdaderamente importante es el futuro de la Suprema Corte como árbitro de última instancia del sistema político mexicano (y también el futuro del INE y de otros órganos autónomos).

López Obrador anunció la semana pasada que adelantará la presentación de tres iniciativas para febrero de 2024: una para descabezar a la Corte y sustituir a sus ministros con personas elegidas por el voto popular (una suerte de diputados judiciales), otra en materia electoral para refundar al INE y otra para consolidar la militarización del país mediante la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.

Hace algunos meses AMLO ya había dicho que presentaría la primera iniciativa en septiembre de 2024 con la nueva legislatura que espera tenga mayoría calificada de su partido.

Si hoy no tiene los votos,........

© El Financiero


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