La vida de Dydine se repite en la de muchas niñas y adolescentes colombianas
Dydine Umunyana Anderson no perdió la inocencia en la guerra. No tuvo tiempo para la inocencia. Apenas alcanzaba los cuatro años cuando uno de los genocidios más aterradores de la historia de la humanidad sucedía frente a sus ojos. La mañana del 7 de abril de 1994, aferrada a su biberón y preocupada por la pulcritud de su vestido preferido, caminó entre cadáveres apilados, charcos de sangre y vio y escuchó, con la dimensión que le permitía su edad, a un grupo de hombres hutus que la rodeaban en la casa de uno de sus vecinos y, en vocinglería festiva, se disputaban el privilegio de matarla.
Dydine es de Ruanda, es tutsi. Se salvó. El sábado pasado, la masacre que le tocó vivir a temprana edad cumplió 30 años –nosotros la vimos por televisión y a partir de eso nos enteramos de que Ruanda existía–, y la joven editorial independiente Artimaña acaba de publicar sus memorias........
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