Jerez: Teresa Díaz, Fernando Navales, salmón a la naranja, adverbios y epítetos
Me invitan a una reunión de ribetes literarios que, al cabo, a tenor de la prórroga de su animosidad y del impepinable tiempo de descuento de su busilis, se prolonga -bon appetit- en almuerzo de pan mojar. Los contertulios son gente íntegra, felices según les depara la cotidianeidad, personas incapacitadas para regalar tres cuartos al pregonero: ni chusma ni selecta: amigos como los de la canción de Roberto Carlos que además cultivan la sencillez tan propugnada poéticamente por José María Pemán: no fanfarronean escupiendo barrabasadas por el colmillo ni conceden pábulo al autoengaño ni pierden minutos del tiempo propio -¡ese bien tan preciado!- en armar la de mazagatos como peleles del culto al yo. En este cónclave -nada bizantino- la cultura no es impostada y la carcajada, por el contrario, sí signo de agudeza. O sea, grosso modo, al dictado de los versos de Luis de Góngora: “El celestial humor recién cuajado/ que la almendra guardó, entre verde y seca,/ en blanca mimbre se le puso al lado/ y un copo, en verdes juncos, de manteca”. En efecto: humor -de timbrada comicidad- y manteca -como espuma de mar sobre la carne mechada- no faltaron. Ni el brindis que llevarnos al coleto. Con jerez, por descontado. Estábamos todos armados hasta los dientes de noticias frescas. De una montonera de novísimos títulos librescos a punto de parrilla. El timing oficioso, el........
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