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Convivir con los enemigos, por Fernando Mires

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19.05.2024

X: @FernandoMiresOl

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo 5:44-48)

Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si alguien te quita la capa, déjale también que se lleve tu camisa (Lucas 6:29)

El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento más importantes que estos. (Marcos 12:31)

Todas estas palabras bíblicas, y otras parecidas, parecen a primera vista marcar la diferencia entre el ser religioso con el ser político. En efecto; un político que pone la otra mejilla al agresor y ama al que lo insulta como si fuera uno mismo, no vive en este mundo. Luego, no puede ser un político. Incluso, un ciudadano corriente, al asumir tal conducta, se expondría al escarnio público. A Jesús, en su Sermón de la Montaña, parece que se le pasó la mano, podríamos decir quienes por emitir nuestras opiniones somos cada cierto tiempo objeto de agresión.

Sin embargo, hay dos modos de leer las palabras bíblicas: O en un sentido literal o en un sentido poético (metafórico o metonímico)

Leer la Biblia en un sentido literal es, seguro, el mejor método para no entender la Biblia. Solo fanáticos, en general los fundamentalistas, apelan a la literalidad bíblica. Sin embargo, supongamos por un momento que los literalistas tienen razón. Aún así habría que convenir en que si la verdad de la Biblia fuese literal, solo correspondería con la literalidad de los tiempos en que fue escrita. Cada época crea sus propios significados y, por lo mismo, sus propios significantes. Eso lo sabe cualquiera, menos los fundamentalistas.

Podría ser también que los fundamentalistas estén interesados en que la Biblia no se entienda. El motivo estaría claro; si la Biblia fuera leída de modo no literal, dejaría de contener misterios, y sin misterios, los hermenéuticos oficiales perderían todo su poder. Ahora, si lo dicho es válido para el llamado Antiguo Testamento con mucha razón ha de serlo para el breve Nuevo Testamento, el de los cristianos, sobre todo si pensamos en que las palabras de Jesús estaban impregnadas por el modo de ser y de pensar, no solo de los judíos, sino también de los antiguos griegos. Y si hay algo que es muy griego –o si se prefiere, muy grecolatino- es el arte del debate.

*Lea también: Sobre líderes y liderazgos, por Fernando Mires

Leyendo a Jesús a través de los cuatro evangelios vemos que no solo profetiza y dictamina. Además, y con mucha pasión, discute. Jesús era sin dudas un consumado polemista. Por de pronto, no predicaba nunca con un libro en la mano. Nunca tampoco –al igual que su precursor de cuatro siglos atrás, Sócrates- escribió una palabra de las que dijo. Y no por último, no vaciló en agredir públicamente a los escribas, verdaderos profesionales de la fe. Razón de más para que nosotros, cuando leemos a los evangelistas, tenemos que no solo leerlos,........

© Tal Cual


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