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La nota a pie de página

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06.05.2024

[…]El escritor Patricio Pron presume de ser autor de una tesis doctoral titulada “‘Aquí me río de las modas’: Procedimientos transgresivos en la narrativa de Copi y su importancia para la constitución de una nueva poética en la literatura argentina”, que cuenta con cuatrocientas seis notas a pie de página, y de un ensayo, El libro tachado (Turner, 2014), que incluye doscientas veintitrés notas a pie en sus escasas trescientas ocho páginas.

“En una ocasión le pregunté a una joven doctoranda cuyo cabello había encanecido repentinamente si esto había sido por una enfermedad o una tragedia personal. ‘Ni una cosa ni la otra’, me respondió ella, ‘fue por las notas a pie de página’.”[1] Joanna[2] Russ[3] en[4] How[5] to[6] suppress[7] women’s[8] writing[9] [Cómo suprimir la escritura de las mujeres][10] (Austin,[11] University[12] of Texas Press,[13] 1983[14]), p. 137.[15] ~

Edward Edwin Foot era “patológicamente incapaz de dejar sus poemas tranquilos”, afirma Nick Page: el autor tenía algo menos de cuarenta años cuando se hizo imprimir en Londres en 1867 unos Original poems plagados de notas a pie de página “verbosas, frecuentemente inútiles y a veces más largas que los poemas”. Las notas comenzaban en el prefacio mismo de la obra; la frase inicial “El autor* del presente volumen […]” es adornada ya con una, que indica “* Un nativo de Ashburton, en el condado de Devon.” Las que le siguen no son menos innecesarias: el poema “Raven Rock”, por ejemplo (una simple descripción de las vistas desde ese pico), es sodomizado por tres notas a pie de página en sus primeros siete versos, dos de ellas detallando altitud, ubicación y accesibilidad de la montaña del título y de un río próximo y la tercera especificando que, en el verso “A menudo he contemplado yo su curso”, el “yo” mencionado hace referencia “Al autor del poema”. En la carencia total y absoluta de ironía de estas incursiones didácticas, Foot hacía honor a su profesión (era funcionario de aduanas), pero también a su apellido, y se garantizaba la inmortalidad literaria al precio del ridículo: la única obra de referencia en la que se le menciona es el libro de Page In search of the world’s worst writers: A celebration of triumphantly bad literature [En busca de los peores escritores del mundo: Una celebración de una literatura triunfalmente mala] (Londres, HarperCollins, 2000).

En Los orígenes trágicos de la erudición. Breve tratado sobre la nota al pie de página (México, fce, 2015), Anthony Grafton comienza atribuyendo la introducción de esta a Leopold von Ranke, el padre de la historiografía científica, para a continuación desdecirse: no habría sido Ranke sino el extraordinario Edward Gibbon (a sugerencia del filósofo David Hume, por cierto) el introductor de la misma, sostiene el autor. Más tarde, casi inmediatamente, Grafton se desdice, y atribuye sucesivamente ese papel a Ulrich von Wilamowitz-Möllendorff, Jacob Bernays, Richard White de Basingstoke (el primer tomo de cuya historia británica se compone de diecinueve páginas de texto y 97 de notas, en este caso finales), el jesuita alemán Athanasius Kircher, Justus Möser y otros, como si la historia de la nota a pie de página solo pudiese ser narrada como una sucesión de notas a pie de página a notas a pie de página en la que la aspiración a encontrar un origen a la práctica de realizar observaciones a un texto en su margen inferior tropezase con la imposibilidad de remontarse a ese origen, a ese momento en que comenzaron a utilizarse las notas a pie de página, pese a lo cual la tradición atribuye su invención a san Beda, también conocido como “Beda, el Venerable”, el monje benedictino del siglo viii (autor, entre otras obras, de una historia eclesiástica de los anglosajones) al que debemos también la popularización de la práctica de dividir las épocas en antes y después de Cristo.

Natural, inevitablemente, las notas a pie de página de las notas a pie de página acerca del origen de esta práctica no terminan aquí: en su excepcional The devil’s details: A history of footnotes [Los detalles del diablo. Una historia de las notas a pie de página] (Nueva York, Touchstone, 2002), Chuck Zerby atribuye su invención al impresor londinense Richard Jugge, fallecido en 1577.

Quizás Zerby esté en lo cierto, y en realidad Beda no haya inventado la nota a pie de página, pero esa atribución pone acertadamente de manifiesto el origen de la misma en la escolástica y en las........

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