menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Doris Lessing o la libertad de la palabra

5 0
thursday

Hay una lista de pensadoras de carácter indomeñable que desde hace un tiempo ocupan muchos de mis ejercicios de lectura. La más reciente de todas ellas ha sido Doris Lessing, de la que me ha impactado sobre todo su encendida defensa de un tipo de temperamento político cuyo cultivo consiste en ejercer una inquebrantable libertad de criterio, libertad con la que la autora, cuya biografía es tan compleja en matices políticos como morales, dispara tanto a izquierda como a derecha, tanto a tirios como a troyanos. La voz de Lessing atrae irremediablemente por su gran distancia respecto a las que actualmente se celebran o se autoproclaman como voces críticas, porque a menudo se encuentran tan cargadas de rasgos infantiles y narcisistas, cuando no involutivos y reaccionarios, que hacen que la palabra “crítica” suene a algo impostado, casi un disfraz de opereta. El verdadero crítico pocas veces en la historia ha gozado de la posibilidad de anunciarlo como un estilo de vida deseable, a menudo ni siquiera ha sobrevivido para hacerlo. Lessing resuena sin duda en otra longitud de onda. La proposición de una vida crítica que se hace en un libro como Las cárceles que elegimos (1986) se aproxima más al espíritu de aquel “coraje de la verdad” del que hablaba Michel Foucault, a la parresía entendida como la genuina libertad de palabra que adquiere su valor solo de un modo contextual, esto es, en aquellas situaciones en las que realmente uno o una se juega algo, a veces hasta la vida, en el ejercicio de hablar con veracidad.

Doris Lessing camina provocativa y serenamente “a contracorriente”, esa divisa de la que también se valió Isaiah Berlin para escribir algunos de sus más incisivos ensayos sobre historia de las ideas, a contrapelo hasta de su propia tradición liberal, al identificar cruciales puntos ciegos del liberalismo moderno como el de no prever la relevancia que tomaría el sentimiento nacionalista en el siglo XX que, como a todas luces parece, resurge lleno de furia y ruido en el siglo XXI. De la misma manera que Adorno y Horkheimer propusieron una operación de “ilustración crítica” de la propia Ilustración, que a su juicio se había tornado un callejón sin salida, hay un camino interpretativo por recorrer que está conduciendo a relecturas de autores que, atención, son liberales de espíritu más que de doctrina y que, precisamente por ello, permitirán un reverdecimiento de la tradición liberal al hacerla consciente de sus propias opacidades y ángulos muertos.

En este contexto, mujeres como Judith Shklar, Hannah Arendt o la propia Lessing, con los acentos específicos que caracterizan a cada una de ellas y que a primera vista nos previenen de comparaciones apresuradas, pueden ser consideradas, en efecto, como pensadoras liberales. Pero sería desaprovechar su pensamiento permitir que esta etiqueta se quedara solo en la superficie, que se limitara a encajar sus propuestas políticas dentro de determinadas rejillas conceptuales bajo las que se entienden las distintas corrientes de pensamiento político. El verdadero tesoro que nos ofrecen es, siguiendo la estela de la propia Judith Shklar, el trazado de en qué consiste practicar un “carácter........

© Letras Libres


Get it on Google Play