La izquierda venezolana y lo nacional-popular
El clima político y cultural de la Venezuela actual guarda cierta similitud con el de hace treinta años, cuando el eje izquierda-derecha parecía haber perdido sentido alguno para las mayorías populares.
En efecto, promediando la década de 1990, los partidos políticos autodenominados de izquierda tendían más bien a ubicarse hacia el centro del tablero político, además sin ninguna perspectiva real de conquista del poder político. Eran tiempos en que, aunque marcando distancia de la manida tesis del "fin de las ideologías", y pasando revista de la situación de la izquierda global y nacional, Hugo Chávez se inclinaba por afirmar: "yo creo que se acabó el tablero".(i)
No se trataba entonces de que el referido eje izquierda-derecha nos resultara inútil para comprender las complejidades del mundo contemporáneo, como vuelve a repetirse hoy hasta el cansancio. En realidad, la crítica iba dirigida certeramente a la izquierda realmente existente, a su incapacidad para hacer balance de su trajinar histórico, a la dificultad para reconocer sus errores y asimilar sus derrotas, a la pérdida de su vocación transformadora, a su desvinculación con las clases populares, a las limitaciones de sus marcos interpretativos.
En consecuencia, la izquierda venezolana en particular, no obstante su rica tradición de luchas y el extraordinario aporte de sus mejores cuadros intelectuales para la comprensión de las singularidades de nuestra sociedad, había terminado convirtiéndose en una fuerza menguada, más proclive al ensimismamiento identitario y a lo testimonial, con unos líderes "todos pendientes de las campañas para la alcaldía o para tal puesto",(ii) fustigaba Chávez, lo que, oportuno es reconocer, no desdice de la existencia de valiosos contingentes de militantes que nunca abandonaron las tareas de organización popular en diversos frentes.
El grueso de esta militancia, y no pocos de aquellos líderes, eventualmente pasarían a engrosar las filas del vasto movimiento nacional y popular que comenzaría a fraguarse en dicha coyuntura histórica, y que liderizara Hugo Chávez. Y aquí corresponde hacer una precisión conceptual clave para nuestro análisis: no basta con distinguir entre izquierda revolucionaria e izquierda reformista, por ejemplo, ni aporta mucho detenerse, al menos no en este momento, en las diferencias de criterios al interior de cada una de ellas. Lo que nos interesa ahora mismo es subrayar la distinción que necesariamente debe hacerse entre izquierda y movimiento nacional y popular.
No es el momento para detenernos a revisar experiencias históricas en las que una izquierda de orientación cipaya optó por darle la espalda a un vasto movimiento popular y nacional, por más útil que pueda resultar para ilustrar el punto -tal vez la Argentina del primer Perón sea el ejemplo paradigmático. Nos........
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