El privilegio-deber de mantenerlo vivo
Cuando el fatídico 25 de noviembre de 2016, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, el hermano de tantas batallas, comunicaba sobre el fallecimiento de Fidel, dejaba en manos de los cubanos y de quienes en el mundo le admiraban el deber supremo de mantenerlo vivo, no con monumentos o vanos recordatorios, sino con acciones, como únicamente puede mantenerse el legado de quien tanto hizo por la humanidad.
La frase ¡Yo soy Fidel! unió a multitudes en una misma voz. La gente la coreaba entonces sin entender quizá la magnitud de esas tres palabras que implican mucho de compromiso y entrega. Y no se trata de ser tal como él, porque es una varilla difícil de saltar… sino de al menos estar a su altura.
Una altura que significa aprender y, más que eso, aplicar el concepto de Revolución, esa majestuosa definición que nos legó para todos los tiempos, una especie de agenda de trabajo que podemos aprovechar en cualquier escenario,
desde el hogar hasta el trabajo, para cambiar todo lo que debe ser cambiado, con la convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de........
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