Sucedió hace unos años. Mi mamá había muerto unos meses atrás y yo heredé su anillo de matrimonio. Lo empecé a llevar con orgullo, como si mi mano fuera una extensión de la de ella y el amor de mis padres se proyectara en mí. Durante cincuenta y nueve años mi mamá nunca se desprendió del anillo. La recuerdo revolviendo con sus dedos largos la masa para hacer galletas con él puesto. Desde pocos días después de su muerte yo tampoco me quité el anillo. Hasta la mañana de la playa roja.

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Era pleno verano y con mi esposo y mis hijos fuimos a conocer una playa donde la montaña y el mar se juntan, un paisaje volcánico de arena rojiza y pedregosa. Ese día había muchas olas. Pero a pesar de eso quise meterme en esas aguas cálidas y contemplar desde el mar la imponente vista. De repente, una ola gigante me zarandeó con fuerza y me arrastró hasta la orilla. Me puse de pie como pude, y cuando salí del agua sentí que algo me faltaba: el anillo no estaba. El mar me lo había arrebatado.

Las olas seguían sucediéndose una tras otra, y yo empecé a llorar por mi mamá, por la falta que me hacía, por el paso del tiempo, por el dolor de ver el deterioro de sus últimos meses, y por perder el anillo que ella nunca se había quitado. Mi familia corrió a ayudarme. Era imposible encontrarlo, el agua estaba turbia, el piso lleno de piedras. Mi hijo le pidió prestada a otro turista una careta, y buceó en el área donde me había visto revolcarme, pero pasaban los minutos y el anillo no aparecía. Me acerqué y le dije que tranquilo, que ya estaba. Pero él insistió y se volvió a sumergir en el mar con determinación.

Y entonces ocurrió: media hora después mi hijo salió del agua llevando el trofeo en la mano levantada. ¡Aquí está!, gritó emocionado. Contra todos los pronósticos el anillo había aparecido. Yo lo miraba incrédula, no podía ser cierto, era imposible encontrarlo en semejante terreno pedregoso bajo el mar. Lo abracé agradecida, sintiendo la conexión de mi familia con mi madre, en ese paisaje idílico testigo del amor que ni la muerte puede truncar.

La gente alrededor se acercó para ver el objeto que se había encontrado, no lo podían creer. En estos días de fin de año en los que muchas de esas personas estarán reunidas con sus familias alrededor de la mesa, el milagro del anillo en la playa roja quizás sea todavía objeto de conversación, al igual que lo es ahora, mientras les comparto a ustedes la historia.

DIANA PARDO
X: @Diana_pardo

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El anillo de la playa roja

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28.12.2023

Sucedió hace unos años. Mi mamá había muerto unos meses atrás y yo heredé su anillo de matrimonio. Lo empecé a llevar con orgullo, como si mi mano fuera una extensión de la de ella y el amor de mis padres se proyectara en mí. Durante cincuenta y nueve años mi mamá nunca se desprendió del anillo. La recuerdo revolviendo con sus dedos largos la masa para hacer galletas con él puesto. Desde pocos días después de su muerte yo tampoco me quité el anillo. Hasta la mañana de la playa roja.

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