Domadores de la arcilla
Manos obreras le siguen haciendo el parto a la tierra bajo un vetusto tejar espirituano para que no deje de parir ladrillos huecos y losas de azotea
Lázaro Hernández y Carlos Benavides, obreros del Tejar Enrique Villegas, de Sancti Spíritus, hubieran podido irse de allí, como han hecho otros trabajadores. El centro hoy admite una platilla integrada por apenas su tercera parte.
Cuando hay apego al oficio no hay miedo a sus rigores. / Pastor BatistaCuando hay apego al oficio, sin embargo, por modesto que resulte, el hombre afinca la bota, o hasta la planta del pie desnudo, en plena tierra, en el fango, en el lodo o en la arcilla y sigue aferrado a algo más que el tiempo, su tiempo.
Por ello, el tejar se mantiene vivo, pariendo ladrillos huecos y losas para cubiertas o azoteas: dos elementos de alto valor en las condiciones actuales, sobre todo si se tiene en cuenta el modo en que se ha deprimido la fabricación de bloques, como consecuencia de las dificultades con el cemento.
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