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El acorazado Maine regresa a La Habana

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15.03.2024

El pasado 31 de diciembre, luego de más de veinticuatro horas de arresto por intentar una acción artística en la Plaza de la Revolución de La Habana, la artista Tania Bruguera (La Habana, 1968) convocó a una conferencia de prensa en el Monumento a las Víctimas del Maine en el malecón de la ciudad. El monumento había sido construido en 1926, en época de buenas relaciones entre Estados Unidos y Cuba, como homenaje a los doscientos y tantos estadounidenses que murieron en la explosión del acorazado Maine, en el puerto de La Habana, en febrero de 1898. En la cima de las dos columnas neoclásicas posaba un águila imperial, y en la base se erigían tres bustos: al presidente William McKinley, que declaró la guerra a España, al también presidente Theodore Roosevelt, que peleó en la batalla de Santiago de Cuba, y a Leonard Wood, gobernador de la isla durante la primera intervención norteamericana.

En 1961, una manifestación revolucionaria derribó el águila imperial y los tres bustos y los nuevos gobernantes anunciaron que el pintor Pablo Picasso enviaría una paloma de la paz, que sería colocada encima de las columnas y que nunca llegó. La explosión del Maine, atribuida por Washington al gobierno español, por España a los separatistas cubanos o al propio gobierno de Estados Unidos –y por unos pocos a un accidente–, era un símbolo del intervencionismo del vecino del Norte en la isla. La leyenda que se agregó al pie del monumento en enero de 1961, y que todavía se lee, asegura que las víctimas fueron “sacrificadas por la voracidad imperialista en su afán de apoderarse de la isla de Cuba”. Aquel gobierno revolucionario, encabezado por Fidel Castro, daba por válida la hipótesis de que la explosión fue un autoatentado de Washington.

La conferencia de prensa de la artista Bruguera era el primer intento, en mucho tiempo, de revivir simbólicamente el monumento al Maine. Pocas semanas antes, el 17 de diciembre de 2014, el presidente Barack Obama y el gobernante Raúl Castro habían anunciado el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, rotas desde octubre de 1960, cuando Dwight Eisenhower llamó a consultas al embajador Philip Bonsal. El monumento al Maine parecía un lugar propicio para explicar al mundo la forma en que la represión cultural y política, en la isla seguía su curso, a pesar de la normalización diplomática entre ambos países. El mensaje era tan evidente que el gobierno cubano decidió volver a arrestar a Bruguera. La artista no solo no podía realizar su performance en la Plaza de la Revolución: tampoco podía explicar por qué había sido detenida y, mucho menos, ante el monumento al Maine.

En una conocida escena de Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968), Sergio, el protagonista, divisa con un telescopio el monumento al Maine y se dice a sí mismo: “¿Quién iba a sospechar todo esto? Sin el águila imperial. ¿Y la paloma que iba a mandar Picasso? Muy cómodo eso de ser comunista y millonario en París.” El performance de Bruguera en la Plaza de la Revolución y la conferencia de prensa en el monumento al Maine reiteraban la pregunta por aquel giro “insospechado” de la historia, tras el anuncio del restablecimiento de relaciones. Se trataba de la vuelta del Maine a La Habana, pero, ¿en “son de paz”, como en los primeros meses de 1898?

Después del diferendo

Luego de 54 años de fractura diplomática, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba normalizan sus vínculos. Los líderes actuales de ambos países buscan objetivos distintos e, incluso, contradictorios con esa vuelta a la normalidad. El gobierno de Raúl Castro busca acceso a créditos e inversiones, atracción de remesas de la emigración cubanoamericana, aumento del turismo y, eventualmente, acceso al mercado norteamericano, donde podrían venderse bien algunos productos estratégicos de la isla y donde la maltrecha economía cubana encuentra ya un importante proveedor de alimentos, medicinas e insumos. El objetivo de La Habana es obtener ventajas, fundamentalmente económicas, de la normalidad diplomática, sin propiciar un cambio del régimen político.

La preservación de ese régimen, cuya estructura institucional básica incluye el partido único, el control de la sociedad civil y los medios de comunicación por el gobierno y una ideología de Estado que, aunque debilitada, sigue rigiendo la educación y la cultura, no implica, desde luego, la inmutabilidad. Una de las metas del gobierno de Raúl Castro en el mediano plazo es la renovación generacional de la clase política cubana –en........

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