La valerosa clase media que Petro detesta
Admiro a ese vendedor de aguacates que por años vendió su producto en una esquina, hizo unos ahorritos y con ellos alquiló un pequeño espacio para poner una venta de frutas la cual creció, hasta convertirse en un importante mercado de comestibles.
Igual me ocurre con una joven costeña que conocí este año en la FilBO; durante la pandemia que, para poder sobrevivir, vendió caramañolas, como lo había hecho su abuela para sacar adelante a sus 11 hijos y, de caramañola en caramañola hoy tiene una industria de fritos costeños, en Bogotá, y está por publicar un libro sobre su historia.
No hay día que no me sorprenda con el éxito de gentes que se han superado por su constancia y resiliencia, como la hija de mí peluquera, quien hoy posee un título de ingeniera aeronáutica el cual........
© El Nuevo Siglo Bogotá
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