El amargo robo del pseudónimo “Mark Twain”
Un día cualquiera de su adolescencia, por allá en los años de mil ochocientos cuarenta y tantos, y luego de varias noches de insomnio con sus dudas y sueños, Mark Twain se largó de su casa, como si fuera el protagonista de alguna de las novelas que años más tarde escribiría. Según las notas de Amando Lázaro Ros a las novelas y ensayos de Twain, se juró no regresar hasta que lograra ser piloto de algunos de los vapores que subían y bajaban por el río Mississippi. Quería ir hasta el Amazonas. Explorar sus turbulencias, su inmensidad, como se las habían descrito. Deseaba ver sus animales, saber de la gente que vivía en sus orillas y hablar con los pescadores y sus mujeres. Quería vivir. Sin embargo, ninguno de los capitanes de los barcos en los que se presentó lo admitió. Se........
© El Espectador
visit website