Estarse muy quieto
Estarse quieto, detener todo movimiento o gesto del cuerpo, puede volverse una experiencia estremecedora. Yo nunca había estado más que unos pocos segundos sin mover al menos un par de músculos. No incluyo, por supuesto, el acto de dormir. Después de medio minuto completamente inmóvil, la eternidad empieza a volverse insoportable, y acabas por hacer algo, por leve que sea: te tocas la cara, giras un brazo, desplazas la cadera, giras una pierna, vuelves el cuello, inclinas la espalda, rotas un pie, toses, hablas, miras de reojo. Absolutamente quieto y en silencio es complicado estar. Sin embargo, este domingo, 5 de enero, tuve que pasarme veintitrés minutos en la misma posición. Ni la menor concesión hubo al movimiento más leve.
No hacer nada, ni apretar un tornillo, ni planchar una camisa, ni ganar Ronald........
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