No habrá balazos, pero tampoco abrazos
Aún con la pesada lápida de la decapitación por manos criminales del presidente municipal de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, y la violenta confrontación que protagonizan en Culiacán dos facciones del Cártel de Sinaloa tras la captura de su capo de capos, Ismael “El Mayo” Zambada, la presidenta Claudia Sheinbaum reiteró que no va a regresar la guerra contra el narco de Felipe Calderón porque se basaba en “ejecuciones extrajudiciales”.
Nadie en la 4T, ni siquiera López Obrador que un día sí y otro también culpaba a esa guerra (término usado por el expresidente panista para caracterizarla, aunque lo niegue) del grave estado de violencia e inseguridad en que se encuentra el país, había hecho un señalamiento tan claro y grave como lo hizo Sheinbaum al presentar la estrategia de seguridad de su gobierno.
En los partes de ese violento choque entre las fuerzas de seguridad y las organizaciones criminales, puede uno encontrar varios ejemplos de lo que fueron las “ejecuciones extrajudiciales” de Calderón y su esbirro Genaro García Luna, quien el miércoles pasado fue condenado a casi 39 años de prisión por narcotráfico en una Corte de Estados Unidos; y que explican el único argumento aceptable de “los abrazos y no balazos”, la estrategia de seguridad de AMLO inocultablemente insuficiente, si no es que fracasada, a la luz de sus resultados en seis años.
Sheinbaum y su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, fueron muy claros al señalar que el primero de los tres ejes de su estrategia seguirá siendo el de la atención a las causas de la inseguridad y sus secuelas de violencia y muerte.
Sin embargo, por primera vez en seis años se habló con claridad, sin piruetas discursivas ni planteamientos tan inverosímiles como demagógicos, de esfuerzos concretos de contención y combate a la delincuencia organizada, en momentos que avanza implacable su control territorial.
Y es ahí donde está el segundo eje de la estrategia Sheinbaum-Harfuch:........
© El Universal
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