El pacto de la osadía
Hemos estado por años buscando pactos en la moderación. Y lo que necesitamos es un pacto en la osadía.
Hace algunos días, en una entrevista con Daniel Matamala, el economista Sebastián Edwards ofreció una reflexión interesante: el edificio de la UNCTAD en Chile, construido en 275 días durante el gobierno de Salvador Allende, se debe leer como un ejemplo del coraje y capacidad de ejecución, dos características que hoy parecen ausentes de nuestra política.
Su observación, más que un elogio puntual, es un llamado a pensar en grande. El llamado de Edwards es doblemente llamativo pues usa un ejemplo que supone un reconocimiento a Salvador Allende y a Clodomiro Almeida. No es habitual que un columnista formado en economía en la escuela de Chicago, convoque el nombre de Allende para elogiarlo. El gesto, de seguro, no pretende borrar sus críticas al proceso político de la Unidad Popular. Menos puede ser leído como un intempestivo giro. Edwards busca dar claridad en la ruta de las posibilidades de diálogo y de construcción de proyectos conjuntos para el presente.
Pero no se trata solo de llegar a acuerdos. Se trata sobre todo de ir mucho más lejos y pensar en grande. Lo hizo Allende cuando propuso que Chile organizara la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo del Tercer Mundo (UNCTAD). Chile no solo ofreció su suelo para un evento de relevancia mundial, sino que demostró que era posible levantar una obra monumental en tiempo récord.
En términos simbólicos, Edwards compara incluso con la hazaña del Mundial de 1962, cuando el país reconstruyó su infraestructura tras el devastador terremoto de Valdivia. Y va más lejos: lo hecho por Allende fue más osado y más complejo que el ejemplo del mundial.
Chile fue el país más innovador en política en el mundo
¿Puede Chile pensar en grande? ¿Puede ser osado Chile? ¿Podemos escapar de la estrechez? A continuación propongo un ejercicio. Lo plantearé en forma de preguntas:
- – ¿Imagina usted que sea posible que Chile haya sido el primer país en el mundo en innovar en una forma de socialismo antes inexistente, por tanto ajeno a los puntos de referencia que marcaban la Unión Soviética, China y Cuba?
– ¿Imagina usted que Chile pueda haber sido el primer país que, en el marco del liberalismo, abraza radicalmente el minarquismo (orientación en favor de un estado pequeño)?
– ¿Imagina usted que Chile pueda haber sido el primer país con una tercera vía entre liberalismo y socialismo?
– ¿Imagina usted que Chile haya innovado en el tipo de transición sin ningún ejemplo anterior semejante?
Pues es así. Más allá de si a usted le gusta mucho o poco cada uno de estos procesos políticos, la verdad es que Chile fue el país más innovador en política en el mundo. ¿No podrá leerse esas diferencias de procesos como un acto de confusión o de inmadurez? La verdad es que ninguno de esos procesos se llevó a cabo con liviandad. Guste o no, fueron esfuerzos osados y serios.
Chile se planteó dificultades en su camino buscando consolidar una ruta que le fuera propicia en un mundo donde las alternativas arreciaban. No sé si puede imaginarlo, pero es la verdad. No hay un país en el mundo que haya explorado tal amplitud de proyectos en menos de medio siglo. Hay países que pasaron intempestivamente de un modelo a otro, pero ningún país ha avanzado con semejante osadía y profundidad en la exploración de diferentes modelos.
Sí, no es cómodo el ejercicio. Es probable que al mirar el escenario cada lector respingue la nariz en alguno de los ejemplos ante el fantasma de sus incomodidades y dolores. La historia puede doler, por cierto. Pero........
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