Hombres duros/hombres blandengues

Hace unos días me encontré, en una cadena dedicada al rescate de películas estupendas, con la reposición de ¡Viven! La cogí empezada, la he visto varias veces y leí en su momento el libro que Piers Paul Read escribió a partir de las declaraciones de los supervivientes. A pesar de ello, esta impresionante versión cinematográfica que Marshall hace de la epopeya vivida por el equipo de rugby uruguayo accidentado en el corazón de los Andes en 1972, de nuevo me enganchó. Y de nuevo me sedujo. Y de nuevo me emocionó.

No obstante, la inspiración de este artículo no está tanto en la película en sí sino en el choque mental que me supuso el contraste con la publicidad que vino justamente a continuación. Sí, se trata del anuncio que se están imaginando. En el preciso momento en que se acababan los títulos de autor, apareció el polémico spot de "el hombre blandengue" que, enmarcado dentro del Plan Corresponsables, el Ministerio de Igualdad ha difundido con el objetivo de "animar a los hombres a seguir viviendo la masculinidad de una forma más comprometida, abierta y sana".

No me voy a molestar en analizar la procedencia o no del anuncio, lo bueno o malo que publicitariamente pueda considerarse, lo necesario o lo superfluo que consideren unos u otros su rodaje y difusión, o lo positivo o pernicioso que para la sociedad suponga el uso ambiguo que hacen del concepto "hombre blandengue". El debate que intelectualmente se pueda derivar de ello, como de tantas cosas que nos rodean actualmente, me genera una pereza cerebral tremenda. Me aburre el neocórtex. Me hastía el telencéfalo.

Me voy a centrar en el análisis de esos hombres, en su manera de afrontar los desafíos, en sus respuestas ante las adversidades.

La hazaña que protagonizaron esas personas para resistir durante 72 días dentro de un trozo de Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya sin alimentos, sin posibilidad de comunicar su situación, en unas condiciones climatológicas extremas y........

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