El pasado 13 de diciembre, tres días después de su toma de posesión, Javier Milei anunció una serie de medidas para atajar la dramática situación de Argentina. Ha pasado apenas un mes desde entonces y, aunque las mismas son acertadas, todos sus efectos aún no se han desplegado, lo que dificulta el necesario contraste sobre su bondad.
El enemigo mayor de Milei es la impaciencia de la población que aprovecharán sus adversarios políticos, máximo en un ambiente social en el que la satisfacción inmediata, aunque sea a costa de un peor futuro, es lo que prima. Las intenciones de Milei no pueden ser mejores: sacar a Argentina de la pobreza. Sin embargo, el monopolio de las buenas intenciones se les reconoce a los estatistas, que a cambio nunca tienen que demostrar sus resultados. Justo al revés de lo que le vamos a exigir a Milei que, por otro lado, es lo que racionalmente hay que exigirle: resultados y no intenciones. Pero resultados a medio y largo plazo. Como bien decía Friedman, es difícil abandonar el alcohol porque los efectos inmediatos del abandono son duros, aunque a largo plazo sea beneficioso. Justo al revés de lo que se experimenta consumiéndolo.
La inflación es en todo momento y lugar un fenómeno monetario, decía Friedman. Sowell, sin embargo, afirma que es un fenómeno fiscal. Y los dos llevan razón porque los dos dicen lo mismo: los continuos déficit fiscales con su apelación a la emisión de dinero para financiarlos generan........