Uno de los peores vicios de la política española reciente es su insistencia en copiar de forma irreflexiva los usos y las formas de la política estadounidense.
Esto es visible, por un lado, en esa divertida costumbre que tenían algunos exasesores del gobierno y exministros variados de ver el “tablero político” como un elaborado juego de subterfugio y estrategia, una combinación entre Juego de Tronos, el Ala Oeste, y House of Cards. Es esta política de los golpes de efecto, las maniobras por sorpresa, los giros de guion para cambiar el debate y flipadas parecidas, que hacen que sus practicantes se crean inteligentísimos pero a los que la inmensa mayoría de votantes no les prestaba la más mínima atención.
La otra tendencia es más visible en la derecha, y se centra en un abuso desaforado de superlativos en su tarea de oposición al Gobierno.
Estas últimas semanas, hemos visto políticos del PP llamar a Pedro Sánchez “despótico”, alguien que quiere “expropiar los beneficios empresariales”, que “humilla a todos los españoles”. Ha insistido en calificar al presidente del “Gobierno más radical de Europa” que “cede ante los enemigos de España”, y busca........