Han sonado las alarmas. Ya sabemos que el curso 2024-25 no será mejor que ninguno de los anteriores. La tasa de bajo rendimiento escolar irá en aumento y el deterioro se dejará notar en los estudiantes brillantes que ya ni siquiera alcanzan el 8 %. En el otro extremo, no está previsto hacer algo para evitar que más de la mitad de los jóvenes socialmente desfavorecidos, imposibilitados para acceder a un centro con estudiantes de buen nivel, no puedan salir de la pobreza. Y la brecha se ensancha.
Otros factores como el contenido de los programas, la irracionalidad de los objetivos, la formación y salario del profesorado, la ratio de alumnos por clase, condicionan el deterioro. Esos asuntos se silencian porque nuestros gobernantes prefieren bajar el nivel, celebrar con pompa las graduaciones e inflar con largueza las calificaciones. Se ensancha así el orgullo de los estudiantes, pero también la frustración cuando se descubren que no supera la nota de corte en busca de una formación cualificada.
El declive alcanza con el mismo tesón a las universidades. También allí ha desaparecido la cultura del esfuerzo. No está de moda estudiar. Y si alguien tiene un destello, se silencia, porque no se estila elogiar al sabio. Cotiza la mediocridad. Una vez acabada la........