En un país en el que los amnistiados redactan su propia amnistía, en el que los recusados resuelven sus recusaciones, y en el que quien invoca la convivencia sólo genera división y fractura, sólo puede ocurrir lo obvio: que los corruptos se defiendan llamando corruptos a quienes les juzgan. España ya le ha dado la vuelta al tablero de su propia democracia y el envés está repleto de contradicciones insalvables. Como para no estar confusos.
España es un país en el que no se llama dictadores a los dictadores. En el que el mismo líder de la oposición que niega al gobernante la posibilidad de gobernar sin presupuestos afirma que sí es posible hacerlo cuando es él quien está en Moncloa. Un país en el que se legisla para que los servicios secretos dejen de ser secretos, y en el que los fugados retornan al lugar del crimen para volverse a fugar. En España se legisla contra los bulos basándose en bulos. España es un país en el que los casos son “no casos” y en el que a un gobernante no se le critica por su gestión, sus socios, sus cesiones o sus delirantes cambios de criterio, sino por ser guapo.
España es un país donde ser joven y no poder pagar una vivienda es sinónimo de Estado del bienestar. Donde los trenes te arrumban en un andén, o a mitad de vía, y, sin embargo, están en su mejor momento de la historia. Donde se construyen 285.000 viviendas sociales que ni se construyen, ni son viviendas, ni son sociales. Donde la derecha reaccionaria y nacionalista es sinónimo de izquierda progresista. Donde la derecha........