La sensación que se tiene en España, políticamente hablando, es la de vivir una gran farsa: nada es verdad y nada es lo que se dice que es. Y lo más grave, todos fingen que las cosas son otra, no lo que son. Y esto aplica tanto al caso venezolano, a la visita del prófugo Puigdemont a Barcelona, o al nuevo Cupo catalán. Es una atmósfera viciada y corrupta en la que, me temo, los ciudadanos españoles (los que queden) se han acostumbrado a vivir.
Naturalmente, existe una poderosa maquinaria que se encarga de alimentar o promover la farsa de turno. Hay una farsa general (el manejo político mismo) y multitud de farsas sucesivas cuya función es entretener y, como en un campo de batalla, distraer a los españoles (los que queden) del objetivo principal del enemigo: la destrucción de España, su derrota total a manos de las fuerzas tribales.
La maquinaria, a estas alturas, es indestructible. De ella vive y medra una enorme claque parasitaria que, ay, gobierna el país. Y. Como se sabe y prueba la Historia, el llamado Pueblo carece de importancia lo que importa es la claque que lo arrea de un lado a otra a conveniencia. Se habla mucho de la Verdad, pero la Verdad importa cada vez menos, lo que cuenta es la puesta en escena del asunto del momento. Asunto que impone la maquinaria, mediante decreto o los llamados medios de difusión, (y........