Es una muy mala noticia que la señora Isabel Díaz Ayuso asumiera la defensa de su novio y presunto defraudador. Cualquiera, hasta yo, se daba cuenta de que resultaba poco inteligente, torpe, políticamente hablando. Ah, el amor, pensé, ciega. Así como para los hombres, dicho en popular, un culo y dos tetas halan más que una carreta, para las mujeres una barba sabiamente desarreglada, unos ojos lánguidos y una presencia varonil, en sentido romántico y carnal, nublan la inteligencia y el sentido. Eso llegué a pensar.
Cierto que, en sus más recientes declaraciones, parece que Ayuso se ha dado cuenta de su error. Es tarde. Ya ha servido en bandeja de plata, como se dice, a la horda del PSOE, la humareda que necesitaba para quitar el foco mediático de las corruptelas de Koldo, Ábalos, Armengol, Illa, Marlaska, y el resto de la banda de Alí–Sánchez y sus cuarenta ladrones comunistas (¡Viva La Internacional). Que, resulta una obviedad, son quienes han orquestado toda la campaña de difamación contra Ayuso.
Siempre me ha gustado la señora Ayuso, sólo hay que ver cómo la describo en mi Eros y política, biblia del erotismo político español, donde me extiendo acerca de sus atractivos físicos de la manera más florida. Véase:
“No esperen de mi ni una palabra........© Vozpópuli