Tengo por costumbre empezar el día escuchando algunos resúmenes de prensa. Antes he visto los periódicos y sus portadas. Leo a continuación a algunas columnas de opinión, por lo general a los mismos analistas. Así como ya no leo algunos periódicos y jamás escucho determinadas radios, me fío de los columnistas que me fío. Nunca creí que llegaría a ser así, selecto y meticuloso en mis inquietudes periodísticas, pero es la verdad y noto que me sirve para cuidar un poco mi salud mental. Incluso con nombres de confianza y probada solvencia; compañeros que ponen su nombre y apellidos al final de sus crónicas y que beben de fuentes informativas probadas y no de charcos infectos, voy del esfuerzo inútil a la melancolía. Quiero decir, por si no se me nota, que cansa ya tanto grito en el desierto. Y digo que siendo como es la Prensa una institución necesaria para una democracia que se precie de serlo, en España su utilidad empieza a ser discutida y discutible, parafraseando a Zapatero cuando hablo de España como concepto. En realidad, qué cosa hay ya que no sea eso, discutible y discutida. A ver, piense y escriba el nombre de tres instituciones que brillen por su decencia y claridad que yo no doy con ellas.
Los mejores columnistas, hombres y mujeres, escriben y analizan la situación, ponen nombres a los desatinos de la política; señalan a los cargos sospechosos de corrupción. A cónyuges que se aprovechan de su condición de esposa del presidente -“Ese”, le llama Trapiello, que ya no puede ni quiere nombrarlo- para hacer negocios con la ayuda de asistentes que pagamos los españoles. Salén Koldos, Ábalos, Aldamas, Titos Berni, comisionistas, intermediarios y otros especímenes que ven cómo las denuncias que la prensa publica con fundamento, datos y precisión no van a ninguna parte.
Antes de la gota fría, el último escándalo, uno más en el reino de Pedro Sánchez, fue el de un fiscal........