Las aristocráticas universidades de Yale y Columbia han sido noticia estos días por el auge del antisemitismo en sus campus. Han anunciado a sus estudiantes judíos que no pueden garantizar su seguridad, han suspendido a profesores que se han puesto de parte de estos, y permitido instalar campamentos de protesta contra la guerra de Gaza, con la parafernalia de banderas y kufiyas palestinas.

Podría verse como uno de tantos movimientos pacifistas típicamente juveniles y universitarios si no fuera por su carácter descaradamente antisemita. En efecto, muchos de los agredidos, activa y pasivamente, son estudiantes y profesores americanos judíos. Así que no es tanto un movimiento pacifista de rechazo de la ofensiva militar israelí en Gaza como uno para expulsar a los judíos de la universidad americana.

Las imágenes no es que recuerden a las de acoso y expulsión de los judíos de las universidades alemanas durante el auge del nazismo, es que son prácticamente idénticas, si se exceptúa la ausencia de uniformes y cruces gamadas. Pero ahí están los vídeos de cadenas de estudiantes con kufiya, a la moda palestina, cogidos de la mano para impedir a los judíos acceder a los lujosos campus más pijos y arrogantes del planeta. Hay otro precedente vergonzoso que seguramente no agradará a los nuevos antisemitas progres: el intento de impedir el acceso a los campus a los estudiantes negros tras el movimiento de los derechos civiles y la intervención federal para imponerlo. Pero no es casualidad: también los racistas del Ku Klux Klan son antisemitas devotos y odian a los judíos.

Aunque la cosa viene de antes de la guerra de Gaza, el escándalo ha convencido a las autoridades civiles de que deben hacer algo. Biden ha condenado el antisemitismo universitario, y la policía ha entrado en los campamentos y detenido a casi 100 activistas. Esta especie de movimiento por los derechos civiles al revés, puesto que se niegan a los judíos, asombra a la gran parte de la opinión pública bien pensante convencida de que las universidades son templos del progreso, la tolerancia y el debate democrático. Pero para la cultura de la cancelación nacida en esos mismos campus, y para el antisemitismo woke, el judío actual encarna al nefasto superhombre masculino blanco, portador del heteropatriarcado capitalista, la cultura colonial, la sexualidad natural y otras taras insoportables para esa nueva Inquisición, mucho peor que la histórica.

Las élites intelectuales, y en concreto las universitarias, arrastran una marcada propensión a atacar los valores de la Ilustración y la democracia liberal con cócteles ideológicos de composición muy venenosa, con lugar de honor para el antisemitismo. Los españoles deberíamos extrañarnos menos que nadie, porque nuestras universidades protegen a los grupos antisistema separatistas y de extrema izquierda, mientras desamparan y abandonan a su suerte a quienes osen defender la democracia, la nación española (pregunten a los catalanes de S’ha Acabat) y por supuesto a Israel. Han tolerado vergonzosos actos de antisemitismo contra profesores israelíes invitados, y en ninguna es posible un debate racional sobre Israel y su derecho a existir o el “genocidio” de Gaza, tan demostrado como el poliamor, la maldad del capitalismo y la inexistencia de España.

En Estados Unidos, por su parte, las grandes universidades son como el propio país: riquísimas, influyentes y poderosas como pocas gracias a su fama de excelencia y vanguardia científica. Pero en buena medida muchas de esas universidades dieron el gran salto a la élite mundial en los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando acogieron a la flor y nata de los científicos y pensadores europeos que, ironías de la historia, huían del fascismo y nazismo. Muchos eran judíos, como Albert Einstein y Leo Szilard entre los físicos, y Hannah Arendt y Leo Strauss entre los pensadores.

El pragmatismo, la filantropía y la perspicacia de algunos mecenas crearon instituciones para acoger a esa élite peregrina, como el famoso Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, hogar de acogida de muchos de los matemáticos y físicos claves para el programa Manhattan, del que salió la bomba atómica y otras aplicaciones que revolucionaron ciencia y tecnología.

Parece un sarcasmo de la historia que los actuales beneficiarios de estos campus privilegiados, crecidos al amor del éxodo de inteligencia provocado por el antisemitismo y la brutalidad nazi, sean hoy el invernadero donde rebrotan lujuriosas las viejas flores del mal: antisemitismo, iliberalismo, intolerancia, fanatismo e irracionalidad. Pero en realidad no es tan raro. Los privilegiados concilian mal la contradicción de sus regaladas y seguras vidas con sus aspiraciones revolucionarias elitistas: es uno de los grandes dramas modernos.

Como sugiere Nacho Montes de Oca, también el abundante riego con petrodólares puede haber ayudado, y mucho, a fertilizar esa floración siniestra. No solo la república islámica de Irán y sus proxys palestinos y yemeníes desean exterminar Israel; ricos emires del Golfo se han manifestado a favor de la idea. Y todos los enemigos de la democracia liberal saben muy bien que el huerto más propicio para sus cultivos está en las universidades y la alta cultura. Es donde hay más privilegiados con mala conciencia y propensión al radicalismo descerebrado, animados por pensadores irresponsables al estilo de Noam Chomsky. En esos ambientes, el antisemitismo siempre tiene buena acogida por una razón u otra, ahora como “antisionismo”.

Ocurrió en la Alemania del pasado siglo, donde el nazismo fue acogido con ciego entusiasmo en las románticas universidades de élite alemanas, y pensadores capitales como Martin Heidegger adoptaron el antisemitismo activo rompiendo con colegas y estudiantes judíos (entre ellos, Hannah Arendt, discípula y amante de Heidegger). Menos peligroso y antisemita, pero de anticapitalismo iliberal caprichoso y lunático, fue el proceso de las universidades del mayo del 68, comenzando por la Sorbona, donde estudiantes hijos de la burguesía jugaban a la revolución maoísta atacando a los policías hijos del proletariado.

Nietzsche, tan ambiguo o brutal en muchos juicios éticos y políticas, fue intolerante con el antisemitismo, que tachó como la forma más abyecta de inhumanidad europea y un rasgo típico de la cultura decadente y nihilista. Con rara lucidez, pronosticó que el auge del antisemitismo en la alta cultura burguesa, conformista y sumisa pese a sus formas de apariencia radical -como la ópera de Richard Wagner-, arrastraría a Alemania y Europa entera al desastre. Desde entonces, el rebrote de antisemitismo entre las élites intelectuales debería considerarse una alarma de totalitarismo inminente con grave peligro para el pluralismo, la democracia y la libertad.

QOSHE - Los campus antisemitas en EE.UU. - Carlos Martínez Gorriarán
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Los campus antisemitas en EE.UU.

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26.04.2024

Las aristocráticas universidades de Yale y Columbia han sido noticia estos días por el auge del antisemitismo en sus campus. Han anunciado a sus estudiantes judíos que no pueden garantizar su seguridad, han suspendido a profesores que se han puesto de parte de estos, y permitido instalar campamentos de protesta contra la guerra de Gaza, con la parafernalia de banderas y kufiyas palestinas.

Podría verse como uno de tantos movimientos pacifistas típicamente juveniles y universitarios si no fuera por su carácter descaradamente antisemita. En efecto, muchos de los agredidos, activa y pasivamente, son estudiantes y profesores americanos judíos. Así que no es tanto un movimiento pacifista de rechazo de la ofensiva militar israelí en Gaza como uno para expulsar a los judíos de la universidad americana.

Las imágenes no es que recuerden a las de acoso y expulsión de los judíos de las universidades alemanas durante el auge del nazismo, es que son prácticamente idénticas, si se exceptúa la ausencia de uniformes y cruces gamadas. Pero ahí están los vídeos de cadenas de estudiantes con kufiya, a la moda palestina, cogidos de la mano para impedir a los judíos acceder a los lujosos campus más pijos y arrogantes del planeta. Hay otro precedente vergonzoso que seguramente no agradará a los nuevos antisemitas progres: el intento de impedir el acceso a los campus a los estudiantes negros tras el movimiento de los derechos civiles y la intervención federal para imponerlo. Pero no es casualidad: también los racistas del Ku Klux Klan son antisemitas devotos y odian a los judíos.

Aunque la cosa viene de antes de la guerra de Gaza, el escándalo ha convencido a las autoridades........

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