Voy a apartarme de la desaprobación moral de las elecciones vascas del domingo, y no porque la moral y la ética me sean indiferentes, sino porque ha llegado la hora de recordar que ética y política están relacionadas, pero no son lo mismo. Hablar de ética, y solo en campaña electoral, cuando el problema es la mala política, quizás sea más una expresión de impotencia que de otra cosa; en cualquier caso, es una pérdida de tiempo y energía. Sí, la política vasca es un horror y fuente de frustración, sobre todo para quienes la padecemos sobre el terreno y siempre del lado perdedor. Pues bien, a pesar de ello sostengo que toca ocuparse de política e ideas, en vez de lamentos morales. Vamos allá.
Los resultados encajan en las previsiones como una mano en un guante; nadie tiene derecho a sentirse sorprendido. Por mi parte adelanté el empate técnico PNV-Bildu y su arrolladora mayoría de sufragios, en torno al 70%. También que PSOE y PP salvarían los muebles, y poco más. Respecto a los escaños de Sumar y Vox, son testimoniales, como el merecido descalabro de Podemos. Y la abstención (37%), ha sido un poco mayor que en las generales de 2023 (35%) y parecida a la de Galicia en febrero (33%).
Más interesantes resultan los movimientos de votos. Pese a la euforia socialista, la suma PSE-PSOE y Podemos tenía 16 escaños reducidos a 13 (12 1) con Sumar. La diferencia ha ido a Bildu, que también recoge voto del PNV; el escaño adicional del PP también puede proceder de ahí. El separatismo revalida su hegemonía, pero con movimientos favorables a Bildu. Sin embargo, no es........