Sin haberlo pretendido, soy relativamente experto en endogamia porque soy profesor universitario, la institución con fama de ser la más endogámica, he escrito en periódicos y fui diputado una legislatura. Por consiguiente, he vivido en el interior de diferentes formas de esa costumbre que, según la bilogía, conduce a la decadencia a quienes la practican y llega a extinguir especies enteras, a saber: la endogamia o apareamiento exclusivo con miembros del mismo grupo, excluyendo a los demás.
La naturaleza recomienda la exogamia, es decir, buscar parejas fuera del grupo natal: tómese esta regla como metáfora que va mucho más allá de la reproducción. Porque, si se examina bien, no solo es endogámica la universidad, también lo son la clase política, la empresarial y otras castas de notables. Colarse en alguna de ellas es misión ardua si no imposible, porque la endogamia funciona por exclusión, y pocos son los elegidos. El resultado de la endogamia sistémica es la decadencia y, a la larga, la extinción.
Se cree que la raíz profunda del universal tabú del incesto es la intuición de que casarse con parientes es mala idea. Naturalmente, hay excepciones. Los faraones se casaban entre hermanos por la sagrada excepcionalidad de su sangre divina, pero el resultado era inevitable: las dinastías egipcias se extinguían en un último vástago aquejado de mil taras, como el pobre Tutankamón. Las antiguas dinastías reales temían rebajar su calidad con mezclas menos nobles, además del miedo a meter indeseables en palacio. Nuestros Austrias acabaron extinguidos por la costumbre de casarse entre primos e........