El escándalo permanente de los estertores del sanchismo impide prestar atención a otros no menos acuciantes que también nos conciernen. Estamos, esta vez sí, metidos en un cambio histórico, cuya última expresión es el giro trumpista del que hablé en esta columna. El The Telegraph informaba recientemente de que, según la propia policía, judíos y homosexuales corrían peligro en ciertos barrios musulmanes de Berlín. Hace pocos días, la marina danesa sorprendió y abordó a un barco mercante chino, con capitán ruso y destino a Rusia, dedicado a la destrucción de cables de telecomunicaciones en el Báltico.
No hay día que no proporcione una noticia inquietante acerca de la situación de guerra, larvada o abierta, a las democracias occidentales por la coalición de autocracias que incluye a Rusia, China, Irán y sus terminales islamistas, sin olvidarnos de Venezuela y el Grupo de Puebla (Zapatero acaba de lanzar la alarma mundial contra la administración Trump, un mensaje optimista).
Como es norma en la modernidad, el enemigo está fuera pero también dentro, y no solo en forma de barrios donde la policía no se atreve a entrar (eso lo hemos conocido a la perfección en el País Vasco: no es monopolio islamista), sino de una parte no pequeña de la opinión pública que no acaba de entender qué pasa. El exceso de telarañas tendidas en la niebla impide reconocer hechos y su significado, como cuando los pacifistas de los años 30 recomendaban el apaciguamiento de Hitler y Mussolini e ignorar a Stalin.
Por eso creo necesario reflexionar sobre los errores de interpretación de la realidad que más han contribuido y contribuyen hoy a equivocar las decisiones.........