Me hice esta pregunta después de ver, un año más, las lágrimas que dejan las procesiones suspendidas por una lluvia que habitualmente escasea en el sur pero que -de un tiempo a esta parte- elige regar esta tierra seca en Semana Santa. ¿Sigue Usted ahí, Señor? ¿Por qué ahora el agua en un lugar que se agrieta de tanto sol? ¿Está Usted presente o se ha marchado cansado de tanto correr tras el viento agitado?
Estas cuestiones repentinas me hicieron recordar y regresar a un diálogo que subrayé a lápiz allá por 2006 y que mantiene con Dios el protagonista de la primera novela -un tesoro digno de poseer- que escribió mi admirada Sonsoles Ónega bajo el título Calle Habana, esquina Obispo. “Puede que todo esto sea un mal sueño, verdad Señor. Hacía tiempo que no recurría a usted y quizá sea porque he dejado de creer en su existencia. Han sido tantas las veces en las que ha estado ausente… ¿Cuántas, Señor? ¿Cuántas? Cuéntelas. A mí me faltan dedos en las manos y saliva en la boca”.
Lo cierto es que, en esta ocasión, no se mantuvo del todo ausente y........