Una vez constatado el fracaso del programa de desarrollo social y de construcción de un Estado viable en Afganistán después de haber invertido durante veinte años dos billones de dólares y de la pérdida de cien mil vidas entre militares de la OTAN, talibán, cooperantes y población civil, se impone hacer frente a la nueva situación y diseñar una estrategia de cara a los próximos años. El planteamiento de los Estados Unidos y sus aliados ha sido simple y aparentemente racional: si movilizamos suficientes efectivos para derrotar a los extremistas, si aportamos financiación y conocimiento experto en la medida requerida para formar a un ejército nacional, implantar una burocracia eficaz e instalar las infraestructuras de transporte, sanidad y educación que permitan un progreso significativo de la población, llegará el día en que podremos retirarnos dejando tras de nosotros un país transformado y con el aplauso general tanto de la mayoría de los afganos como de la comunidad internacional.
Por desgracia, la realidad ha sido muy distinta y el ingente esfuerzo realizado ha desembocado en una huida atropellada de los reformadores y el regreso al poder de los fundamentalistas con su fanatismo, su violencia, su misoginia y su barbarie. No se puede........© Vozpópuli