Los hechos asociados a la violencia social, doméstica y de género, siguen cobrando vidas y dejando secuelas de todo tipo, hoy un mínimo incidente tiene respuestas agresivas y violentas fuertes e injustificadas que terminan en ocasiones con el bien más sagrado: la vida.
La violencia ha adoptado formas y matices diversos en la sociedad. Establecer la diferencia entre la violencia de género y la familiar, es medular. La primera tiene como base la cultura patriarcal que se asienta en la desigualdad de poder entre el hombre y la mujer, se ejerce como un mecanismo de control y se sustenta en estereotipos sexistas.
La segunda, se produce en el seno de la familia, ya sea dentro o fuera del hogar, es el abuso o maltrato que se da entre los miembros de la familia, e implica un desequilibrio de poder que se ejerce desde el más fuerte hacia el más débil, ya sea por acción u omisión, directa o indirecta.
Estudios a nivel mundial revelan que el 80 por ciento de las víctimas de la violencia de este tipo corresponde a la mujer, como principal víctima doméstica y a las niñas y ancianos en segundo y tercer lugar, respectivamente. Es un fenómeno extendido y de gran preocupación a nivel global.
En Cuba su comportamiento en las niñas y ancianos, no es así, hay políticas públicas orientadas a su protección. No obstante, son preocupantes las cifras actualizadas recientemente, donde se evidencia que cerca de 5 mil 600 familias viven en situaciones de violencia, y en ellas conviven más de 16 mil mujeres y niñas, lo que impone retos y desafíos importantes desde la academia para la determinación de causas y condiciones en tan sensible y delicado asunto.........