Desde que tengo uso de razón, por formación y por familia, mi actitud ante los hechos y la realidad que me ha tocado vivir durante mis 80 años recién cumplidos, siempre ha sido estar “en modo optimista”. Es decir, apreciar y ver lo bueno de lo que vivo, lo positivo de las personas con quienes convivo, conozco e interactúo y, además, precisar el potencial de desarrollo del país y en especial de Santander y Bucaramanga.
Pero debo confesar en esta columna que, desde que llegó Gustavo Petro a la presidencia, pasé del “modo optimista” a vivir una etapa de incertidumbre y pesimismo, condición compartida........