La madrugada del domingo 19 de mayo, el azar cósmico nos tenía reservado un encuentro muy especial. La noche era festiva y, justo a las 0:46:50 CEST, una enorme bola de fuego producida por la súbita ablación de una roca procedente de un cometa sobrevoló Extremadura y diversos distritos del noroeste de Portugal hasta desintegrarse sobre el Atlántico.
Podría haber sido una más de esas bolas de fuego que se observan de vez en cuando, pero el superbólido del 19 de mayo fue excepcional. Una vez más, el fenómeno meteórico ejemplificaba su enorme espectacularidad en una enorme e intensa estela de luz que jamás olvidarán sus afortunados observadores. Tampoco los científicos ni, en general, los apasionados del espacio que pudimos visualizar decenas de vídeos casuales del evento.
Los fascinantes resultados obtenidos de su estudio han sido prepublicados en ResearchGate.
Se trató de un bólido de luminosidad intermedia entre la Luna y el Sol, lo que llamamos superbólidos. La razón de distinguirlos de esa manera, que podría parecer exagerada, ganó fuerza cuando los satélites de defensa de EE UU incorporaron sensores ópticos para controlar pruebas nucleares secretas, y esto les permitió también detectar eventos meteóricos extremadamente luminosos.
Desde finales de los años noventa, esos sensores permiten que el Center For Near Earth Studies (CNEOS) mantenga una lista de grandes bólidos detectados desde el espacio.
El martes de esta semana, el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA incluyó el superbólido del 19 de mayo en su lista, posiblemente con más rapidez de lo acostumbrado debido al tremendo impacto mediático que tuvo ese fugaz fenómeno.
El movimiento de ese cuerpo incandescente, como consecuencia de surcar la atmósfera a cerca de 140 000 km/h, generó lo que llamamos un bólido o bola de fuego. Midiendo en todo detalle y con........