En plenos tiempos digitales y vertiginosos, cuando tiktokers, tuiteros e instagramers exigen información muy breve y en tiempo real, el presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez Castejón ha escrito una larga carta de cuatro folios anunciando en ella una aún más larga pausa de cinco días para reflexionar sobre su permanencia al frente del Gobierno. Ha recuperado algo en desuso: el género epistolar. Y con ello ha creado una crisis de Estado con la que controla los tiempos de la política y la agenda pública de discusión.
Como era de esperar, los periódicos españoles abrieron con la noticia a cinco columnas, y buena parte de los más importantes medios del mundo lo incluyeron en sus cabeceras. Nuevamente, Pedro Sánchez se convirtió en el epicentro del debate público.
No se trata una carta de amor, tampoco se percibe la melancolía de quien se despide. Aunque menciona el amor por su esposa, y parecía muy genuinamente afectado en la sesión de control cuando recibió la noticia de la investigación abierta a su consorte, la carta es plena en epítetos hacia la ultraderecha y sus adversarios políticos que sirven de alimento a la refriega en curso.
España vive tiempos polarizantes, y es posible que ante ese único hecho noticioso, medio país lea entre líneas que “el presidente está con el agua al cuello y para evitar ahogarse piense en dimitir”, mientras que la otra mitad hable del muy injusto lawfare y los excesos de “la ultraderecha mediática”.
Aunque España dejó de ser formalmente un bipartidismo, existen aún dos polos en la incapacidad de interpretar una realidad en conjunto y en las dificultades de compartir un referente institucional de confianza y apoyo a la justicia. Una de las........