El glaucoma es la segunda causa de ceguera más frecuente en el mundo, solo superada por las cataratas. Actualmente, su prevalencia mundial se estima en el 3.5 %, y se prevé que hasta 112 millones de personas en todo el mundo estén afectadas por esta enfermedad en el año 2040. La noticia esperanzadora es que, con el tratamiento y seguimiento adecuados, el 90 % de los pacientes pueden evitar las consecuencias más graves.
El glaucoma consiste en una lesión irreparable del nervio óptico que conlleva una pérdida progresiva del campo visual. Su principal causa es una alta presión intraocular, aunque existen otros factores de riesgo como la diabetes, antecedentes familiares o hipertensión arterial.
Los pacientes sufren la denominada “visión en túnel”, es decir, una pérdida paulatina de visión que comienza por la periferia y se acerca poco a poco hacia el centro. Estas pérdidas de campo visual se miden mediante una evaluación oftalmológica denominada campimetría, consistente en el estudio de las lesiones y pérdidas de amplitud de campo visual mediante fijaciones oculares. Se trata, por tanto, de una prueba vital para evaluar la progresión del glaucoma.
Debido a que esta enfermedad no presenta síntomas ni molestias en su fase inicial, las personas afectadas ignoran que la padecen. Por esta razón, se suele calificar como el “enemigo silencioso”, hasta que se produce una pérdida visual permanente e irreversible.
Además, numerosos estudios asocian la afección con la baja calidad viscoelástica corneal, es decir, con una mayor rigidez en la córnea.........