Generar un microagujero negro de origen no cosmológico (es decir, artificialmente) constituiría un hito en la historia de la ciencia. Lograrlo permitiría responder cuestiones fundamentales sobre mecánica cuántica y la inexplicada naturaleza de la gravedad.
Además, “fabricar” un agujero negro supondría un espaldarazo a las teorías sobre múltiples dimensiones, la prueba empírica de que existen más dimensiones de las que percibimos. Y no, no destruirían el mundo. Merece la pena intentarlo.
Podría parecer que este sueño ya se ha logrado. Últimamente han saltado a los medios de comunicación noticias de desarrollos de agujeros negros sintéticos, o incluso de simulaciones de la emisión de Hawking de un agujero negro. Son interesantes aproximaciones científicas, pero se tratan de simulacros.
Estas “simulaciones de agujeros negros en un laboratorio” suelen consistir en recrear con sistemas físicos conocidos (como una cámara de glicerina a la cual se le hace pasar ondas de sonido), alguna característica de un agujero negro. Por ejemplo, cómo se curva la luz en su propagación o a qué temperatura se encontrarían. Es decir, simulan una cualidad concreta del agujero negro (lo cual resulta muy útil experimentalmente) pero no son agujeros negros en sí.
Entonces, ¿cómo podríamos conseguir semejante hazaña?
El Gran Colisionador de Hadrones (LHC, del inglés Large Hadron Collider) es el acelerador de partículas más grande y de mayor potencia que existe. El CERN también hace simulaciones sobre agujeros negros, pero basadas en colisiones entre partículas subatómicas........