La trágica muerte de Sebastián Piñera, ahogado en el Lago Ranco, luego de manejar su helicóptero personal, el pasado 6 de febrero, abrió la discusión sobre el carácter democrático o no del ex mandatario en el país a lo largo de su trayectoria política durante toda su vida, la cual estuvo marcada por no pasar desapercibida hasta el final.
Por lo mismo, han salido distintas voces y sectores, ya sea a defender o cuestionar su legado, mencionando sus luces y sombras, de las cuales lo que las une es el inmenso protagonismo que tuvo Piñera a nivel político y económico en los últimos 30 años en Chile, siendo dos veces presidente y una de las personas más ricas del país.
Dicho esto, la figura de Piñera es bien particular, si se le compara con otras figuras políticas y empresariales, ya que llevó al extremo el pragmatismo y el oportunismo para alcanzar sus metas, sin caer en grandes fanatismos ideológicos ni en posiciones fijas, pero también no teniendo principios claros y un marco ético consistente, lo que lo terminó involucrando en muchas acciones al borde de la ilegalidad.
De ahí que toda su vida haya sido un jugador y un especulador, no solo para expandir su fortuna, sino también para relacionarse con los demás, lo que se reflejó en una biografía que transitó por su vinculación instrumental e individualista con la política y con algunas causas, sin mayor convicción, con tal de intentar mostrarse protagonista frente a la sociedad.
En consecuencia, no debiera sorprendernos de sus inconsistencias, ya que a pesar de que siempre se haya presentado como una persona de centro derecha que estuvo siempre contra la dictadura, en el momento en que Augusto Pinochet fuera detenido en Londres (1), fue de los primeros en salir en su defensa, como el peor de los pinochetistas, con tal de dejar contento a su sector político y beneficiarse de ello ganando notoriedad.
Lo mismo cuando........