La negativa de llamar las cosas por su nombre, por Rafael Uzcátegui

X: @fanzinero

A pesar de todo lo que ha pasado, del grotesco fraude electoral del 28J y la represión posterior, hay sectores democráticos que aún se resisten a calificar a Nicolás Maduro y su gobierno como una dictadura. Y esto no es un detalle semántico menor. El diagnóstico que se haga del contrario delimita las estrategias y tácticas para enfrentarlo. A mala caracterización, peor abordaje.

Para que todos iniciemos desde la misma página, vamos a seguir lo que Bobbio, Matteucci y Pasquino divulgan sobre el concepto en el «Diccionario de política». Frente al debate académico sobre si estamos frente a un régimen sultánico, de autoritarismo competitivo o neopostotalitario, Mario Stoppino –quien escribe la entrada sobre dictadura para el diccionario– indica: «Hasta ahora no se ha encontrado un término más adecuado que dictadura para nombrar en su conjunto a los regímenes no democráticos modernos». Entonces, ¿por qué cuesta tanto?

Tres serían las características de la dictadura: 1) La concentración e ilimitabilidad del poder: El gobierno dictatorial no está frenado por la ley, está por encima de la ley y traduce en ley su propia voluntad; 2) Un trasfondo social y político, como consecuencia de una grave crisis del régimen democrático, por lo que la dictadura estimula la movilización permanente de la población; y 3) Con problemas en la legitimidad y sucesión del poder: El pueblo se ve obligado a manifestar por completo a la dirección política del dictador, para que este pueda proclamar que su acción está basada en la voluntad popular, lo cual no resuelve el problema de la legitimidad y la transmisión del poder.

¿Qué razones esgrime nuestra clase media intelectual para describir lo que hoy........

© Tal Cual