Una reforma educativa simbólicamente guadalupana

Existe la necesidad de construir nuevos consensos políticos y concretar otro proyecto educativo nacional, a efecto de profundizar los cambios educativos que demanda la mayoría de la sociedad mexicana, hoy.

El 12 de diciembre de 2018, un día como hoy, durante la conferencia matutina realizada en Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó la iniciativa de reforma constitucional con la finalidad de modificar el texto del Artículo 3º, que se refiere al derecho a la educación.

Con todos los vaivenes que tuvo esa iniciativa, lo interesante de ello es el hecho de que, simbólicamente y en su momento, se interpretó como una iniciativa “guadalupana”, no tanto por su contenido, sino por el día en que se dio a conocer.

Después de diversas discusiones públicas y luego de verificarse un “parlamento abierto” en torno a dicho documento, foro que no sirvió para mucho en términos de cambios sustantivos, la iniciativa fue analizada, revisada, transformada y, finalmente, aprobada por la mayoría calificada del Poder Legislativo, es decir, por las y los legisladores de todos los grupos parlamentarios de la Cámara de diputados federal y del Senado.

La publicación del decreto de la reforma constitucional aludida se registró el 15 de mayo de 2019 que, por cierto, también encerró un simbolismo, pues en esa fecha se celebraba en México, una vez más, el día de la maestra y el maestro.

Quedaba por fin echada por tierra la “reforma educativa estructural” (de 2013) impulsada por el gobierno de Enrique Peña Nieto y legisladores afines (PRI, PAN y PRD).

Pero, ¿cuáles fueron los avances y los retrocesos, en términos de asegurar el derecho a la educación, de los cambios aprobados al texto del Artículo 3º de la Constitución a partir de 2019? Cambios que hasta la fecha son vigentes.

El texto constitucional aprobado en 2019 señala, por ejemplo, lo siguiente (Art. 3º): “La educación se basará en el respeto irrestricto de........

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