Aunque soy ateo en este artículo voy a dar la razón a las Moiras, que son las diosas que tejen el destino humano.
Contra el destino nadie la talla, cantaba Carlos Gardel. Siempre en el tango está la verdad. El sábado temprano iba a salir en avión de la capital mexicana rumbo a Monterrey. Con mi hijo y tres de mis nietos habíamos planeado visitar la bellísima Sultana del Norte para estar en el Estadio BBVA en el partido de vuelta del clásico regio. Pero no se pudo.
Yo le voy a los Rayados, ellos a los Tigres. Solo de eso íbamos a hablar, esto es, a discutir, pero las diosas del destino no lo permitieron. Toda nuestra atención en el aeropuerto de la Ciudad de México se centró en el Popocatépetl. Sufrimos un larguísimo plantón en los pasillos de la terminal 2 porque las cenizas del volcán impidieron los vuelos.
Cuando al fin —luego de varias horas de espera— abrió el aeropuerto, se anunció que nuestro vuelo se retrasaría todavía más, así que aceptamos la realidad y prudentemente regresamos a nuestras casas. Más tarde supimos que, por no enfrentar a las Moiras, tomamos una sabia decisión: en Monterrey, debido a las lluvias torrenciales, algunos aviones tuvieron que desviarse a aeropuertos alternos. Si hubiésemos sido tan tercos o arrogantes como para retar al destino, habríamos probablemente dormido en Torreón o quién sabe en dónde.
Terminé viendo el clásico Rayados contra Tigres en la casa de mi hijo y mis nietos. Perdí, ellos ganaron. La próxima semana me volveré temporalmente hincha del América. Los felinos no deben ser campeones.
Detesto a los Tigres, sí, y nunca quiero que les vaya bien. La mitad de la población de Monterrey, que es rayada, piensa lo mismo que yo: se odia a los Tigres. Es un odio bien correspondido: los aficionados tigres, la otra mitad de la población, hacen lo que sea para que le vaya mal a los Rayados.
¿Es mala la polarización deportiva en la Sultana del Norte? No tanto: nos odiamos durante los juegos pero inmediatamente después nos vamos a comer con los enemigos que dejan de serlo, y todo en paz.
La polarización política sí es terrible. La división entre la chairiza y la gente fifí sí daña, y mucho. Se vuelve particularmente peligrosa cuando invade a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que es lo que ha ocurrido recientemente.
El destino ordena a ministros y ministras ser prudentes, pero no lo están siendo. Desobedecer a las Moiras tendrá un alto costo para el poder judicial y para todo México.
En su Diccionario filosófico, con sabiduría Voltaire identificaba el destino con la prudencia. Así interpreto lo que él escribió. El genio francés partía de precisar que si los dioses son los señores del mundo, el destino es el señor de los dioses.
Hay leyes inmutables, aceptémoslo, aunque desde luego esto no significa que exista un creador que así lo haya decidido. Cito a Voltaire:
La tía superó la enfermedad porque aceptó la orden del destino que le exigió actuar con prudencia y llamar al médico. Una mujer imprudente no habría acudido a un hospital a ser atendida por especialistas en la ciencia de la medicina: habría visitado una hierbería, y esto la habría matado.
Al crear e interpretar las leyes, que son cambiantes y a veces absurdas, las personas que juzgan y legislan deberían ser prudentes. Sigo con Voltaire:
En una de las salas del parlamento se falló sentencia en algún proceso en que Voltaire se involucró. Perdió por un voto en tal sala. El abogado le dijo que en la otra sala habría ganado por un voto. El filósofo concluyó: “De modo que cada sala tiene una ley diferente”. El abogado estuvo de acuerdo: “El derecho es equívoco y si hubiera en París veinticinco tribunales de jueces habría también veinticinco jurisprudencias diferentes”.
Hace años, en una sala de juntas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la que había una bien abastecida biblioteca jurídica, el entonces ministro presidente me dijo sobre un litigio en el que se había demandado al periódico Milenio que yo dirigía: “La mitad de estos libros le dan la razón a usted, pero la otra mitad le dan la razón a sus contrarios”.
Desde luego, no pude dejar de decir al ministro que me parecía una injusticia —en realidad usé la palabra “chingadera”— el hecho de que los magistrados del tribunal colegiado que juzgaban el asunto parecía que solo leían los libros que perjudicaban a la empresa editora de Milenio. Tales juzgadores evidentemente no estaba siendo prudentes; quizá incluso eran corruptos, pero si no lo eran, si en verdad se trataba de juzgadores honestos, entonces de plano carecían de sentido común. Pero esto ya es pasado.
Leí hace rato en Reforma el artículo de un político sin principios y bastante faramalloso al escribir, Germán Martínez —senador gracias a AMLO, hoy es un rabioso opositor a la 4T: así de ingrato, así de miserable—. Dijo Germán que la corte suprema no debe ser oposición. Pero vaya que él ha trabajado, junto con otras personas, para que ministros y ministras actúan como rivales del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El senador Germán Martínez, el diputado Santiago Creel y otras personas del PRI, del PAN, del PRD y de MC, lo mismo que la mayor parte de la comentocracia, han encontrado la fórmula para convertir a la corte en un partido de oposición: elogiar excesivamente a ministros y ministras cuando le llevan las contras al presidente López Obrador y destruir la reputación de quienes en la SCJN le den la razón a Andrés Manuel.
El periodista español Luis María Ansón decía que habrá quien no se trague un halago, pero todo el mundo lo paladea. Me parece que la bien planificada y mejor orquestada campaña de carantoñas a favor de la ministra presidenta Norma Piña en todos los medios de comunicación ha indigestado a esta mujer.
Con todo respeto así lo veo. Ojalá la ministra Piña reflexione y modifique su actitud. No se da cuenta de que la usan y de que, cuando quede totalmente aniquilada en el combate político, nadie le va a dar la mano. Le invito a que piense las cosas para que no quede, muy pronto, como el Kleenex que se desecha después de sacudirse la nariz.
En el párrafo precedente deliberadamente escribí con letra mayúscula la palabra Kleenex, ya que es una marca registrada de Kimberly-Clark, la empresa que en México controla la familia de Claudio X. González, el activista de la derecha empresarial que, según la 4T, opera en la corte suprema para que se invaliden todos los proyectos de AMLO, tal como ha venido ocurriendo.
En un intento de demostrar que la corte no es partido de oposición, Germán Martínez pronostica un regalo que en el futuro la ministra Piña le dará a AMLO para que el presidente de México deje de quejarse: “Tarde o temprano la corte en algunos asuntos le dará la razón al presidente y no traicionará su esencia”.
Qué mamonería del senador que, por cortesano —es decir, por lambiscón— logró que Andrés Manuel lo hiciera legislador sin tener que buscar el voto de la gente. Puedo percibir a la ministra Piña, luego de leer a Germán, desde luego rebosante de suficiencia constitucional, imaginar en éxtasis cuándo llegará el momento en que ella tenga un gesto de humildad y se baje de la nube, descienda 20 mil metros y le dé la razón al insufrible López Obrador. Así demostrará irrefutablemente que es una jurista imparcial. Ridículo.
El hecho es que, desde que llegó a su actual cargo, la ministra presidenta de la SCJN no ha visto nada positivo en lo que hacen Morena y AMLO. ¿No es eso fanatismo? Atentamente hago la pregunta a Norma Piña. Porque, en términos de estabilidad emocional, algo debe estar mucho muy mal en quien solo ve lo equivocado del trabajo de Andrés Manuel… y lo mismo debe decirse de quienes solo ven lo correcto de lo realizado por el titular del poder ejecutivo.
Repito: que en Monterrey la afición de los Rayados odie a los Tigres, o al revés, es un entretenimiento inofensivo. Pero que una ministra dé la impresión de que detesta al presidente de México —quien, por cierto, sabe ponerse los guantes con cualquiera—, esto ya es un motivo de inestabilidad política que México no necesita.
Desde luego, no sería sano que ministros y ministras le dieran en todo la razón a López Obrador, pero también es enfermizo lo que ahora vemos: que en la corte en todo le lleven las contras al presidente del país.
Más allá del debate jurídico, esto es, de la forma en que ministros y ministras interpreten la Constitución —no monopolizan la verdad, lo que significa que pueden equivocarse—, lo que sí vale la pena destacar es la falta de prudencia que recientemente parece haber envalentonado a quienes integran la corte suprema.
Ministros y ministras antes que juristas son personas con derechos políticos a quienes, evidentemente, apasiona la lucha política. Tienen preferencias partidistas, es natural. Y, además, hombres y mujeres con experiencia en cargos públicos, cuentan con una bien desarrollada intuición para saber a quién sí pueden plantarle cara y a quién no.
Si analizan lo que hacen con objetividad, ministros y ministras admitirán que en los anteriores periodos presidenciales solo como excepción se atrevían a retar a los presidentes de México, que sabían usar el poder para reprimir… o para seducir. Uno que sí se atrevió a ir contra el presidente de hace dos sexenios, el ministro Arturo Zaldívar —hoy muy golpeado por la comentocracia que lo percibe demasiado cerca de AMLO—, tuvo que exigir seguridad personal debido a las fuertes presiones y amenazas que recibió de parte de Felipe Calderón. Lo ha denunciado el propio Zaldívar.
¿Por qué ministros y ministras son más enérgicos con López Obrador de lo que fueron con anteriores presidentes? Por la misma razón que hoy los medios son muchísimo más críticos y ofensivos con Andrés Manuel de lo que fueron con otros titulares del poder ejecutivo: AMLO no reprime ni seduce columnistas. En el caso de la prensa, ningún director editorial o propietario de diarios o estaciones de radio y TV ha recibido llamadas de funcionarios para censurar periodistas. Tampoco se invita a comer a Palacio nacional a la gente famosa de la comentocracia. Ese era el pan de cada día en los pasados sexenios.
Pero que AMLO no pase de solo criticar en las mañaneras a ministros y ministras no significa que sus seguidores se abstengan de hacer lo que la izquierda ha hecho durante décadas: movilizarse en las calles cuando considera que algo no es justo.
Cada vez que termina una discusión en la SCJN la ministra presidenta pregunta sobre los efectos de lo que se ha sentenciado. Creo que ministros y ministras no se han dado cuenta del principal efecto que han generado sus recientes votaciones: han metido a la corte en un debate político tan intenso que llevará a una reforma profunda del poder judicial, que si no se hace con cuidado a nadie ayudará.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación está en el centro de un fuerte debate que necesariamente llevará a una reforma de la cúpula del poder judicial. No hay opción.
Lo deseable sería que la reforma al poder judicial la plantearan seis ministros y una ministra con credibilidad. Deberá ser así porque no es viable —por no ser constitucional— la única propuesta que hay, del grupo de Morena en el poder legislativo y del presidente AMLO: una consulta popular para que la gente decida si se debe elegir mediante voto directo a quienes integran el llamado alto tribunal.
¿Dije que solo tienen credibilidad seis ministros y una ministra? Así es: la mínima credibilidad que se necesita para proponer una reforma radical a la SCJN que no indigne a hinchas tigres y rayados, sino a la gente fifí y a la chairiza.
Explicaré enseguida por qué pienso eso. Lo haré empezando por dar las razones que me llevan a concluir que en este tema no tienen la cualidad de creíbles tres ministras y un ministro.
Para cambiar a la corte suprema solo quedan una ministra y seis ministros que sin haber sido perfectamente equilibrados en sus sentencias actuales y del pasado, al menos han demostrado cierta propensión a la objetividad. Antes de dar sus nombres diré que si algo pudiera pedirles sería que eviten totalmente —en ocasiones no lo han evitado— rendirse ante el elogio farisaico de quienes desean verles convertidos en líderes de la oposición política:
1. La ministra Margarita Ríos Farjat llegó a la SCJN propuesta por Andrés Manuel López Obrador, quien la trató varios años tanto en la oposición como en el gobierno, y pudo conocer sus virtudes. Margarita, a pesar de haber sido una mujer fundamental en la llegada de Morena al poder, no ha sido tan irresponsable como para haber actuado, ya como ministra, como una funcionaria más del gabinete presidencial. Su independencia ha molestado a AMLO, y este lo ha dicho en público, pero estoy seguro de que en su conciencia Andrés Manuel aplaude a la abogada Ríos Farjat por no ser palera del ejecutivo. Lo único que le recomendaría a esta jurista, si me pidiera un consejo, sería trabajar para no escuchar a la comentocracia enemiga del presidente de México que con halagos la quiere empujar a romper en definitiva con el líder político histórico con quien Margarita colaboró y a quien sin duda debe su ascenso.
2. El ministro Alberto Pérez Dayán, lo he comentado tantas veces en este espacio, hoy podrá ser cuestionado por Andrés Manuel (“su alteza serenísima”, así le dice el presidente a Dayán), pero en la peor crisis del tabasqueño, la del desafuero, estuvo en contra de quienes deseaban destruir con trampas legaloides al actual titular del poder ejecutivo. Cuando los poderes fácticos se unieron para diseñar y ejecutar un complot contra López Obrador, como magistrado de un tribunal colegiado el señor Pérez Dayán se opuso a la decisión ya tomada de que AMLO había violado un amparo. Esto es, votó en contra de los deseos del entonces presidente Vicente Fox, de la clase empresarial, de los grandes medios de comunicación, de los gobernadores, del PRI, del PAN y aun de la corte suprema de aquellos años que estaba totalmente al servicio de quienes con toda precisión Andrés Manuel llama la mafia del poder. A Pérez Dayán le haría la misma recomendación que a Margarita: ignorar los aplausos de los enemigos de AMLO.
3. El ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá no fue precisamente un militante destacado de la 4T como Ríos Farjat, pero ha sido confiable para Andrés Manuel durante muchos años. AMLO sin duda considera a González Alcántara Carrancá como un hombre decente y como un jurista estudioso y prudente. Hoy López Obrador dice que Juan Luis lo traicionó simple y sencillamente porque este ministro ha votado contra proyectos de Morena. El presidente sabe que no es así; si lo afirma se debe a estrategia política. Al ministro González Alcántara Carrancá también le sugeriría que no dejarse atrapar por las ovaciones de la comentocracia que desea ver en ruinas a la 4T.
4. No tengo una opinión sobre los otros cuatro ministros, pero me parece que, si bien en ocasiones se exhiben entregados a la derecha que combate a AMLO, al menos no han caído en el fanatismo, así que cabría esperar de ellos un comportamiento prudente en el debate que viene. Las diosas del destino exigen prudencia para no complicar más las cosas. ¿La tendrán Javier Laynez Potisek, Luis María Aguilar Morales, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Jorge Mario Pardo Rebolledo? Ojalá sí atiendan la orden de las Moiras.
El citado Voltaire también contó que Catalina II de Rusia reunió en 1767 a los diputados de sus provincias:
A la ministra presidenta no le vendría mal un poquito de tolerancia. Y a toda la corte suprema le beneficiaría hacer suya una máxima que, por lo que entiendo está en las leyes de Zoroastro —no estoy seguro de que así sea, pero creo haberlo leído en la mencionada obra de Voltaire—. Esta máxima es: “Cuando dudes de si el acto que te propones es justo o injusto, abstente de realizarlo”.
Supongo que ministros y ministras ya cayeron en la cuenta de que provocaron movilizaciones sociales por haber aceptado el papel de actuar como partido de oposición. Si tan solo la ministra Piña hubiera programado de una manera más prudente los temas a debatir en el pleno de la SCJN, no parecería que buscó ligar varias votaciones sobre proyectos de AMLO con el único propósito de golpear al presidente de México.
Con tan solo haber diferido algunos debates sobre proyectos de la 4T no estaríamos en la compleja situación en la que estamos.
Les explicaré a ministros y ministras por qué la gente se moviliza en las calles contra la corte —algunos grupos pacíficamente, como el encabezado ayer por el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García; otros sin llegar a la violencia, pero con actitudes reprobables como quemar figuras de papel con la imagen de Norma Piña.
La izquierda se está movilizando en las calles contra la SCJN no por sus sentencias de las últimas semanas, que podrían ser correctas a la luz de la letra de la Constitución, sino por lo que parece anunciar la imprudencia de que, de pronto, la cúpula del poder judicial se haya lanzado tan fuertemente contra AMLO.
¿Qué anuncia el activismo casi de partido de oposición de la corte suprema? Que si ministros y ministras siguen envalentonados por los elogios de la derecha, llegarán al extremo de tomar decisiones más radicales contra el presidente, contra Morena y sus liderazgos, esto es, contra quienes buscan la presidencia de México por el partido de izquierda.
La izquierda no va a permitir a la corte convertirse en el poder absoluto. Si no lo entienden ministros y ministras, peor nos irá a todos. Una simple programación de debates menos agresiva con la 4T habría evitado muchos problemas.