Será el nuevo magistrado de la Corte Constitucional. El 30 de noviembre toma posesión y conviene refrescarle la memoria sobre un episodio que pone en duda su credibilidad y pulcritud. El culebrón lleva por título “Cómo salvar a un alcalde corrupto y cómo sacar a un procurador honesto para que no lo clave”. Lo traigo a colación por la responsabilidad que asume Juan Carlos Cortés y por rendir de alguna manera homenaje a unas jovencitas valientes.
La historia arranca siendo Cortés viceprocurador. Unas adolescentes de Honda se proponen tumbar al alcalde por robar el PAE. Sus paupérrimas familias necesitan la alimentación escolar y están decididas a desenmascararlo. Emprenden una larga travesía que, por distintas circunstancias, desemboca en frustración y tragedia.
Aunque es habitual que los corruptos compren los órganos de control provinciales, un buen día aparece en Honda uno de tantos funcionarios probos con el que sueñan los auténticos veedores cívicos. Pedro Jesús Núñez, que aterriza como procurador provincial encargado, es el mesías que llevan años esperando.
Lo que nunca imaginaron los ladrones del erario es que un empleado público que solo está de paso revise procesos engavetados. Y, menos aún, que se interese por los que implican al alcalde, Juan Guillermo Beltrán.
Suenan las alarmas en la Alcaldía. Hay que sacar a Núñez. En ese momento entra en escena Cortés.
Estamos en 2018 y ocupa el cargo de viceprocurador gracias a que su íntimo amigo y protector político desde 1991, el santista Fernando Carrillo, había conquistado la Procuraduría General. Antes había sido su asesor de despacho, tanto en la Agencia de Defensa Jurídica del Estado como en el Ministerio del Interior, y era evidente que seguiría teniéndolo cerca en cuanto alcanzara nuevas cuotas de poder.
Hasta ahí, nada anormal en el politiquero Estado colombiano.
El lío en que se mete Cortés, y, de paso, Carrillo, sobreviene por su amistad con un excongresista de vieja data y nula reputación: el tolimense Emilio Martínez, inhabilitado de por vida por corrupto cuando presidía la Cámara de Representantes y padrino político del alcalde de Honda.
A pesar de su situación, Carrillo asiste a una parranda de Martínez en El Espinal, vecino a Honda, a la que van invitados Beltrán –alcalde investigado– y la esposa de Juan Carlos Cortés, Diana Leonor Buitrago. Ella trabajó con Martínez hasta que decretaron su muerte política, y luego con su hermana, Rosmery, que heredó la curul.
Entretanto, el procurador Núñez actúa de manera tan diligente que su camino conduce hacia la imputación de cargos con pruebas irrefutables. Beltrán no tiene escapatoria.
Uno de los contratos para construir gaviones lo firmó supuestamente en Honda, de su puño y letra. Pero Migración Colombia corrobora que se encontraba en Panamá en esa fecha, aunque había pedido permiso al Concejo para viajar a Bogotá.
En unas semanas frenéticas de abril y mayo de 2019, por la población a orillas del Magdalena, donde poseen preciosas casas señoriales personalidades reconocidas de Bogotá, los veedores advierten del plan para trasladar a Núñez y enterrar los procesos disciplinarios.
La Veeduría Cívica por Honda no se queda quieta. Manda dos cartas a Fernando Carrillo con una sola petición: no saquen a Núñez. “El alcalde se jacta ante su gabinete de que la decisión disciplinaria que se tome, en caso de ser sancionatoria, la hará reversar por su amistad con Emilio Martínez y los nexos de Martínez con la esposa del viceprocurador”, escriben. “Sabemos que existe mucha presión para cambiar al doctor Núñez, que vendría de parte de la esposa del viceprocurador general”.
En Bogotá, personas que luchan contra la corrupción, logran una cita con Carrillo y Cortés para llevar el mismo mensaje: no saquen a Núñez. Si se va, aducen, los corruptos hacen fiesta.
Carrillo se compromete a dejarlo en el puesto.
También interviene ante Cortés, con los veedores a su lado, la senadora Paloma Valencia. Detectó que en Honda pueden corromper la venta de las empresas públicas con idéntico método al empleado en una población del Cauca.
El final del culebrón no tiene misterio: ignoran todas las peticiones y trasladan a Núñez. En su lugar ponen a una procuradora asequible. Los procesos los manda al limbo.
Ganan el alcalde Beltrán, Emilio Martínez, Juan Carlos Cortés y su mentor Carrillo.
Las adolescentes que tanto repudiaban al alcalde sienten un mazazo. Tampoco logran nada en su temeraria lucha contra unos abusadores de niñas. Un buen día desaparecen y a nadie le importa.
Última anotación. Antes de dejar la Secretaría General de la Presidencia, el santista y ahora ministro del Interior, Alfonso Prada, crea 600 puestos para la Procuraduría de Carrillo. Y cuando dirige el Sena y nombran a Cortés viceprocurador, lo celebran en su oficina.
Es el magistrado perfecto para una desprestigiada Justicia.
El nuevo magistrado y sus amistades peligrosas
Será el nuevo magistrado de la Corte Constitucional. El 30 de noviembre toma posesión y conviene refrescarle la memoria sobre un episodio que pone en duda su credibilidad y pulcritud. El culebrón lleva por título “Cómo salvar a un alcalde corrupto y cómo sacar a un procurador honesto para que no lo clave”. Lo traigo a colación por la responsabilidad que asume Juan Carlos Cortés y por rendir de alguna manera homenaje a unas jovencitas valientes.
La historia arranca siendo Cortés viceprocurador. Unas adolescentes de Honda se proponen tumbar al alcalde por robar el PAE. Sus paupérrimas familias necesitan la alimentación escolar y están decididas a desenmascararlo. Emprenden una larga travesía que, por distintas circunstancias, desemboca en frustración y tragedia.
Aunque es habitual que los corruptos compren los órganos de control provinciales, un buen día aparece en Honda uno de tantos funcionarios probos con el que sueñan los auténticos veedores cívicos. Pedro Jesús Núñez, que aterriza como procurador provincial encargado, es el mesías que llevan años esperando.
Lo que nunca imaginaron los ladrones del erario es que un empleado público que solo está de paso revise procesos engavetados. Y, menos aún, que se........
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