Como con casi todos los problemas de nuestro país, los gobernantes de turno se escudan en la supuesta condición “estructural” de los retos y problemas para justificar su indolencia y la inoperancia casi que universal de nuestras instituciones.
En lo que hace a la inflación del 13,1 % con la que se cerró 2022, ya se había advertido en las postrimerías del gobierno Duque la notoria irresponsabilidad con la que su ministro Restrepo la manejó desde 2021, alimentándola con el desaforado incremento del salario mínimo y la exorbitante cantidad de subsidios monetarios que presionaron la demanda y descuidando, a la vez, el impacto de las alzas en la cadena de insumos del sector agropecuario. Duque frenó las alzas progresivas en los precios de los combustibles refinados, requeridas para controlar el déficit del Fpec, como única medida para frenar el incremento en los precios al productor agropecuario.
Mientras tanto se desatendieron por Duque: i) los incrementos significativos en los precios de los fertilizantes de todo tipo, en particular de los nitrogenados, casi todos importados, ii) los incrementos en los costos de los cereales con los cuales se nutre toda la cadena proteínica del país, teniendo en cuenta que el 80 % del maíz forrajero y 100 % de la soja que nutre el inventario avícola, porcícola y piscícola vienen del exterior y su mayor componente de costo es el petróleo y iii) la extensión del invierno con su impacto en las cosechas y en la capacidad de llevarlas a los mercados.
El discurso gubernamental en el último trimestre de 2021 y el primer trimestre de 2022 se centró en que nada había por hacer porque el fenómeno inflacionario era global, impulsado por la guerra y la reactivación.
Se despreciaron las causas locales de la inflación centradas en las alzas del componente de alimentos de la canasta familiar que, sin perjuicio del impacto del alza de los combustibles y fertilizantes, estaban fuertemente impulsadas, por los severos traumatismos derivados del paro de 2021.
La retórica de los funcionarios era escudarse en la situación internacional. No se adoptó como una prioridad nacional la remediación de los severos impactos del paro en toda la cadena de valor agropecuario. Tampoco se reconoció el efecto inhibidor para la siembra del aumento en los costos de los fertilizantes. Los agricultores grandes, medianos y chicos enfrentan todos una severa limitación en la preparación de las áreas de siembra cuando el precio de los fertilizantes se dispara. En efecto, en un entorno de crédito ligado a la perspectiva de ingreso del agricultor, obtener financiamiento adicional para cubrir el incremento de este costo, que debe desembolsarse en gran medida en la preparación de la siembra, no es posible.
Esto y el invierno llevaron a la reducción de las áreas sembradas o, incluso, a la no realización de siembras.
En la indiferencia de fin de gobierno, el inmovilismo de una institucionalidad agropecuaria acostumbrada al fracaso y el vacío de liderazgo que caracterizó a Duque, se aceptó como inevitable la escasez de alimentos frente a una demanda fortalecida.
Y claro, para el término de agosto de 2022, se acumulaba un 9,1 % de inflación. Se cosechó lo que, en omisión, se había sembrado.
El nuevo gobierno trató de apropiarse del discurso duquista de los inevitables factores externos de la inflación. Rápidamente, se bajaron de ese bus, ya que con el enfriamiento de la economía mundial empezaron a ceder ciertos factores externos.
Debía actuarse de manera rápida, audaz y eficaz para romper la dinámica inflacionaria. Pero este gobierno prefirió las mieles del relato, la adulación y reformar todo, no solo ignorando su responsabilidad frente a la inflación, sino agravándola y presentando pírricas acciones de prevención.
La extensión injustificada de ingreso solidario en 2022, en medio de una gran recuperación económica, un nuevo aumento del salario mínimo por encima de la inflación y los excesos fiscales, siguen alimentando la demanda.
MinAgricultura se limitó a anunciar un tímido programa de subsidio para 80.000 toneladas de fertilizantes (de dos millones de toneladas que se aplican anualmente en el país) focalizados en pequeños agricultores, con más requisitos que un tute y de cuyo despliegue aún no se tiene noticia. Como era de esperarse, en la continuada omisión, la ministra del ramo ya anunció que los factores de desabastecimiento eran estructurales, asociados a la pobreza y que no había nada que hacer.
Si se pueden montar subsidios directos a los fertilizantes con las casas comerciales, generar exenciones pro-tempore para quienes siembren masivamente e implementen las infraestructuras de secado y ensilado de soja y maíz, automatizar seguros de cosechas y simplificar los reclamos, importar y subsidiar semillas de alta productividad. Hay mucho por hacer para controlar la inflación de alimentos, pero nuestros gobiernos, todos, prefieren hablar, la vía fácil y sembrar inflación.
Como con casi todos los problemas de nuestro país, los gobernantes de turno se escudan en la supuesta condición “estructural” de los retos y problemas para justificar su indolencia y la inoperancia casi que universal de nuestras instituciones.
En lo que hace a la inflación del 13,1 % con la que se cerró 2022, ya se había advertido en las postrimerías del gobierno Duque la notoria irresponsabilidad con la que su ministro Restrepo la manejó desde 2021, alimentándola con el desaforado incremento del salario mínimo y la exorbitante cantidad de subsidios monetarios que presionaron la demanda y descuidando, a la vez, el impacto de las alzas en la cadena de insumos del sector agropecuario. Duque frenó las alzas progresivas en los precios de los combustibles refinados, requeridas para controlar el déficit del Fpec, como única medida para frenar el incremento en los precios al productor agropecuario.
Mientras tanto se desatendieron por Duque: i) los incrementos significativos en los precios de los fertilizantes de todo tipo, en particular de los nitrogenados, casi todos importados, ii) los incrementos en los costos de los cereales con los cuales se nutre toda la cadena proteínica del país, teniendo en cuenta que el 80 % del maíz........
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