No pretendo decir que el Pacto Histórico tenga el monopolio del fracaso. Gobernantes fracasados sí que hemos tenido. De la chambonada de López Michelsen a la enajenación de Duque hemos tenido de todo. Y antes también. Y en nuestras ciudades ni se diga.
Todo en nuestros gobiernos parece predestinarlos al fracaso. La obsesión fundacional, esa que hace que haya que romper con los programas en curso y del pasado como regla de conducta, reemplazarlos porque el gobierno que entra si sabe verdaderamente lo que el “pueblo” necesita. La falta de plantilla o de equipo, síndrome agravado por el derrumbe de los partidos y la necesidad de atender favores políticos de la clientela que puebla las entidades estatales de “corbatas” mediocres, ignorantes y poco comprometidas. La ausencia de compromiso con la excelencia de quienes pertenecen a la carrera administrativa. La impunidad judicial y disciplinar que perpetúa a los bandidos en muchos espacios de la administración. Las entidades o direcciones con dueño. La legislación y regulación burocrática acumulada que conduce a las entidades a la inacción, impide la cooperación institucional y crea interferencias destructivas.
Mas allá de las banderas o programas que adoptan nuestros gobiernos, como digo siempre marcados de un sesgo fundacional (y eso sí que aplica al gobierno Petro), es notorio como la implementación de políticas existentes y la respuesta ejecutiva son cortas, ineficaces, extemporáneas y generalmente impertinentes.
Ejemplos miles: La justicia, la seguridad, la infraestructura, la calidad de la educación, la corrupción, los abusos en el sistema de salud, la falta de productividad agropecuaria, etc…
Lograr la eficacia de nuestro crecido y desbordado estado es un objetivo más trascendental y urgente que cualquiera de los cientos de reformas que le han impuesto al país.
Pero parece que hemos llegado a un nuevo fondo con la administración Petro. Cuatro ejemplos de la semana anterior me han marcado.
Dice Petro a las huestes de damnificados de la Mojana que la única salida es la reubicación. Considera inútil acometer obras de adecuación hidráulica. La solución es abandonar la Mojana, reversar la colonización. A poco dirá que hay que evacuar toda la depresión Momposina. Petro insinuó algo parecido en el sur del Atlántico en Santa Lucía (9 de septiembre) donde evaluó los riesgos de desborde del canal del Dique. Allí, como era previsible, las poblaciones se enfurecieron y lo sacaron corriendo en su larga caravana de blindados.
Nuestros gobernantes abandonaron hace décadas la realización de grandes obras de adecuación hidráulica en muchas de nuestras regiones planas de esteros, meandros y pantanos. Olvidaron que gran parte de nuestro desarrollo agropecuario en zonas como la Sabana de Bogotá, el Tolima, el Casanare, el Valle del Cauca y otros departamentos, derivaron precisamente de grandes programas de adecuación hídrica. La omisión de los antecesores de Petro será ahora reemplazada por el fracaso anunciado. A pesar de que Duque dejó diseñadas y fondeadas importantes obras para mejorar la calidad de vida y la protección de la actividad agropecuaria en la Mojana, Petro no hará las obras. Desviará los recursos a dádivas y reubicaciones. Nada cambiará. La gente no se irá, las inundaciones, como todos los años, volverán, pero al gobierno ya no le preocupará por haber declarado que no es su misión invertir en el concreto, compuertas, canalizaciones y alcantarillas que podrían transformar la recurrente realidad de inundaciones de la región.
Después la ministra Corcho fustigó a los periodistas que le requirieron los contratos de compra de vacunas. Dijo que la promoción y prevención en salud no dependía de documentos. Los acusó de santanderistas. No ha comprado las vacunas. No las sabe o quiere comprar. La salud se protege con acciones, pero la ministra no las quiere adelantar. Anuncia desvergonzadamente que va a fracasar en la mitigación de los nuevos brotes.
Cerramos con la de Minas y Energía. No tiene hoja de ruta para reemplazar la industria de hidrocarburos que ya empezó a destruir. Hará la ruta en pocos meses. ¡Es fácil! Ella y sus filósofos del ministerio lo tienen todo claro. Fracasará, lo sabe y no le importa. Destruirá la autonomía energética y lo sabe y solo ha trabajado en asegurar el suministro de gas desde Venezuela en lo que, desde ya, huele a torcido Benedetista. Pondrá al país en las fronteras del apagón, lo sabe y no le importa.
Cierra Petro anunciando con orgullo que los elenos han aceptado permitir a 130.000 emberás que han desplazado de sus territorios, volver a los mismos. Orgulloso de condonar la práctica del desplazamiento forzado, sin imponer sanciones y sin garantía de fecha o procedimiento de retorno para los desplazados. Fracaso programado.
No pretendo decir que el Pacto Histórico tenga el monopolio del fracaso. Gobernantes fracasados sí que hemos tenido. De la chambonada de López Michelsen a la enajenación de Duque hemos tenido de todo. Y antes también. Y en nuestras ciudades ni se diga.
Todo en nuestros gobiernos parece predestinarlos al fracaso. La obsesión fundacional, esa que hace que haya que romper con los programas en curso y del pasado como regla de conducta, reemplazarlos porque el gobierno que entra si sabe verdaderamente lo que el “pueblo” necesita. La falta de plantilla o de equipo, síndrome agravado por el derrumbe de los partidos y la necesidad de atender favores políticos de la clientela que puebla las entidades estatales de “corbatas” mediocres, ignorantes y poco comprometidas. La ausencia de compromiso con la excelencia de quienes pertenecen a la carrera administrativa. La impunidad judicial y disciplinar que perpetúa a los bandidos en muchos espacios de la administración. Las entidades o direcciones con dueño. La legislación y regulación burocrática acumulada que conduce a las entidades a la inacción, impide la cooperación institucional y crea interferencias destructivas.
Mas allá de las........
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