«El dolor ajeno no quita el sueño».
Refrán popular
Emigramos de «la presunción de inocencia» hacia «la mala fe siempre se presume». Una evolución desde el buenismo hacia la malevolencia. Aprendimos a mentir como nos enseña la naturaleza en el camuflaje de los animales. El hombre pobre, sencillo y libre que tal vez siendo niños conocimos en algún camino polvoriento entre las campiñas y los potreros ya no existe.
Si uno pasa hambre se verá obligado a someterse a otro y trabajar para él. Por consiguiente ya no será libre. La ilusión del individuo que nunca fuera herramienta de otro se esfumó y este se transformó, como los dados y sus seis caras, en un simulador, para poner desenvolverse en la jungla humana contemporánea.
Ya transformados en simuladores, nuestras más íntimas motivaciones solo las conocemos nosotros mismos, en cambio, las más superficiales, pudieran ser previsibles. Haruki Murakami lo definió: «El corazón de las personas es como un pozo muy profundo. Nadie sabe lo que hay en el fondo. Solo podemos imaginárnoslo mirando la forma de las cosas que, de vez en cuando, suben a la superficie».
Este es el escenario: el hombre deshumanizado, monetizado y endeudado. En la lectura de «Los impuestos son un robo», de Frank Chodorov, vemos una reflexión: «¿Qué otra cosa podían ser los impuestos sino un acto de robo?» Queda claro, según el autor, que no había ninguna forma mejor para definir los impuestos que no fuera aplicable a un tributo exigido por una pandilla de ladrones: «Robo es robo y ninguna cantidad de palabras puede convertirlo en otra cosa».
Y en «El mundo y sus demonios» de Carl Sagan encontramos: «Si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que lo es. Encontrar la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido. Simplemente es demasiado doloroso reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en el engaño. Cuando se da poder a charlatanes sobre........