CIUDAD DE MÃXICO (apro).âEmpecé a colaborar en Proceso hace casi 20 años, en el número 1364 del 22 de diciembre de 2002, a raÃz de un debate que entablaron Carlos Monsiváis y Javier Sicilia (justo en el número anterior de Proceso, el 1363) en relación con la disputa entre representantes de las mujeres indÃgenas en la Primera Cumbre de Mujeres IndÃgenas de las Américas y ciertos obispos.
Entre los debates y pronunciamientos de dicha Cumbre, que se llevó a cabo en Oaxaca, hubo uno que irritó en especial a los eclesiásticos: el relativo a los derechos sexuales y reproductivos. AsÃ, el 2 de diciembre de ese año cuatro obispos (los de Oaxaca, Jalapa, Matehuala y Autlán) enviaron una carta condenando sus conclusiones y denunciando que âla Cumbre pretenda imponer el concepto de derechos sexuales y reproductivos que implican programas de control poblacional que atentan contra el valor de la maternidad y de la vidaâ.
Monsiváis se interesó en el caso y escribió al respecto, citando en extenso la postura de las representantes mexicanas en dicha Cumbre (a partir de un artÃculo de la periodista Rosa Rojas publicado en La Jornada el 5 de diciembre de 2002). Consignó que ellas reafirmaban su âirrenunciable derecho a la libre determinaciónâ, consideraban un acto racista el desconocimiento de sus derechos y señalaban que es a ellas a quienes corresponde discutir y reflexionar sobre lo que se llama usos y costumbres que atentan contra su dignidad y sus derechos humanos.
Javier Sicilia reaccionó al artÃculo de Monsiváis, y aunque el poeta admitÃa la terrible discriminación y opresión de las mujeres indÃgenas, expresaba su preocupación por que âla reducción de la familia, los controles de natalidad, el ingreso de la mujer en la vida económica⦠aunque aparentemente han liberado a la mujer, la han encadenado, al igual que al hombre, a la opresión económicaâ. Sicilia retomaba el pensamiento de Iván Illich, en especial su concepción de lo que llama el âgénero vernáculoâ, con la consiguiente âcomplementariedad entre mujeres y hombresâ.
Monsiváis, que consideraba a Illich âun utopista arraigado en la feâ, discrepaba de esa visión utópica, y con su acostumbrado filo criticó a Sicilia. A su vez, éste dijo que âla liberación femenina en las sociedades económicas âque acrÃticamente parece elogiar Monsiváis en su artÃculoâ no es más que la completa ruptura del género que sustituye la armonÃa primigenia por el seÃsmo económico y su imperio sobre lo humanoâ. Monsiváis se deslindó diciendo: âNo parezco elogiar a la liberación femenina⦠en rigor, elogio la liberación de las mujeres y las ventajas teóricas y prácticas aportadas por los feminismosâ.
Con su ironÃa tÃpica, Monsiváis reviró diciendo: â¿Pero no conviene ya admitirles uno que otro progreso a las mujeres, y considerar que muchÃsimas, ya casi la mayorÃa, se han liberado de una legión de prejuicios y están desarrollando aptitudes nuevas, con frecuencia formidables?â Y, adelantándose a lo que hoy se podrÃa criticar como machoexplicar, Monsiváis cerró su alegato diciendo que dejaba la palabra a las mujeres acerca de ese tema.
El término machoexplicar, un neologismo que ya ha quedado registrado en el diccionario Oxford como mansplaining, surge a raÃz del libro Los hombres me explican cosas (2014), de la escritora Rebecca Solnit, que relata la âcondescendencia machistaâ o âcondescendencia masculinaâ que vivió (¡y que está muy generalizada!).
Cuando la Fundación del Español Urgente (Fundéu), institución creada en 2005 en Madrid para velar por el buen uso del idioma español, fue consultada sobre la mejor traducción posible al español de mansplaining, contestó: âexplicación paternalistaâ. Sin embargo, posteriormente la Fundéu aceptó el neologismo âmachoexplicaciónâ. Con su consabida lucidez, Monsiváis vio que su alegato podÃa interpretarse como una machoexplicación y cerró su artÃculo diciendo que âen lo tocante al ârescate del géneroâ dejo la palabra a las lectorasâ.
Y asà fue que Julio Scherer GarcÃa, el apreciado don Julio, me invitó a escribir en esta querida revista y mi primer artÃculo fue, precisamente, acerca del debate entre Monsiváis y Sicilia sobre el tema de los derechos sexuales y reproductivos que generó la disputa entre las representantes de la Primera Cumbre de las Mujeres IndÃgenas y los obispos.
Desde que Proceso me abrió la puerta, en estos casi 20 años he publicado 478 artÃculos, contando éste, muchÃsimos de ellos justamente en torno a los derechos sexuales y reproductivos, que dieron pie a ese debate Monsiváis-Sicilia y que todavÃa no son una realidad para todas las mujeres de nuestro paÃs.
Escribir en Proceso ha sido, valga la redundancia, un proceso muy enriquecedor para mÃ, pues varias lectoras/es que me siguen me han cuestionado y obligado a afinar mis reflexiones. El tango dice que â20 años no es nadaâ, pero discrepo: también 20 años pueden ser mucho, y para mà ha llegado el momento de tomar un respiro.
Dejo esta casa que me acogió y me dio la posibilidad de entrar en contacto con lectoras/es en todo el paÃs; esta casa donde aprendà a pulir mis argumentos, y donde descubrÃ, gracias al valiente trabajo de mis compañeros periodistas y editorialistas, un México rico y desgarrador. Y la dejo muy agradecida. No es un adiós, solamente un hasta pronto. Gracias, muchas gracias, al equipo que edita Proceso, a mis compañeras/os periodistas y a mis lectoras/es.
Que 20 años sà es mucho
CIUDAD DE MÃXICO (apro).âEmpecé a colaborar en Proceso hace casi 20 años, en el número 1364 del 22 de diciembre de 2002, a raÃz de un debate que entablaron Carlos Monsiváis y Javier Sicilia (justo en el número anterior de Proceso, el 1363) en relación con la disputa entre representantes de las mujeres indÃgenas en la Primera Cumbre de Mujeres IndÃgenas de las Américas y ciertos obispos.
Entre los debates y pronunciamientos de dicha Cumbre, que se llevó a cabo en Oaxaca, hubo uno que irritó en especial a los eclesiásticos: el relativo a los derechos sexuales y reproductivos. AsÃ, el 2 de diciembre de ese año cuatro obispos (los de Oaxaca, Jalapa, Matehuala y Autlán) enviaron una carta condenando sus conclusiones y denunciando que âla Cumbre pretenda imponer el concepto de derechos sexuales y reproductivos que implican programas de control poblacional que atentan contra el valor de la maternidad y de la vidaâ.
Monsiváis se interesó en el caso y escribió al respecto, citando en extenso la postura de las representantes mexicanas en dicha Cumbre (a partir de un artÃculo de la periodista Rosa Rojas publicado en La Jornada el 5 de diciembre de 2002). Consignó que ellas reafirmaban su âirrenunciable derecho a la libre determinaciónâ, consideraban un acto racista el desconocimiento de sus derechos y señalaban que es a ellas a quienes corresponde discutir y reflexionar sobre lo........
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