Gerardo Fernández Noroña: lo peor de México |
Gerardo Fernández Noroña se ha convertido en un fenómeno que obliga a preguntarse por los límites entre la política como vocación y la política como espectáculo.
Sus métodos (una mezcla de estridencia, teatralidad y confrontación permanente) han sido eficaces para captar atención, pero también para visibilizar contradicciones. Quien reclama austeridad se permite lujos; quien predica defensa de causas internacionales, como el sufrimiento de los infantes palestinos, selecciona qué tragedias merecen su voz. Esa tensión remite a la distinción clásica de Max Weber entre quien vive “para” la política y quien vive “de” la política, como es el caso de Noroña.
Dicha categoría ayuda a entender por qué ciertos comportamientos políticos y legislativos son más dañinos que meras excentricidades.
Noroña no es un principiante en el escenario público. Ha ocupado cargos legislativos en varias ocasiones. Inició como diputado federal en la LXI (2009-2012) y regresó a San Lázaro en periodos posteriores. En 2024 asumió una senaduría y se desempeñó como presidente de la Mesa Directiva del Senado entre 2024 y 2025 no por méritos, sino por designación cupular. Pero cuando un político adopta prácticas que erosionan la institucionalidad, las consecuencias son nefastas.
En sus primeros años, el estilo confrontativo y los actos de protesta le otorgaron visibilidad. Cumplían la función de quien interpela al poder desde la periferia. Pero al insertarse en la maquinaria estatal y usufructuar privilegios, muchas de esas tácticas dejaron de ser recursos de denuncia para convertirse en un modo de hacer política que vulnera normas y expectativas republicanas.
Episodios como la exigencia pública de una disculpa de un ciudadano en el Pleno del Senado (un acto de humillación y abuso de........